Carlos Andrés Pérez
El Colombiano, Medellín
Febrero 20 de 2010
Se viene diciendo en varios medios de comunicación que Rafael Pardo estaría pensando en Aníbal Gaviria como fórmula en las elecciones presidenciales. Para Pardo sería una buena maniobra porque conseguiría un compañero que tiene frescura y cercanía con la gente, lo que a él le falta; para Aníbal sería una apuesta muy arriesgada de la que no saldría bien librado. Las razones para afirmar esto vienen de tres variables presentes en un momento tan decisivo de la vida política del ex gobernador.
Como primera medida no hay un solo Partido Liberal, hay varios; esta es una colectividad que responde a diferentes intereses y la candidatura oficial no podrá estar en sintonía con todos ellos. Precisamente para tratar de interferir menos y buscar algo de unidad se apartó el ex presidente César Gaviria, porque una de las vertientes con más fuerza es la que depende de él. En este mismo sentido no puede desconocerse la influencia que tiene Ernesto Samper sobre otro sector, además del creciente inconformismo de un grupo de congresistas que no responden ni al uno ni al otro. La candidatura oficial nació de uno de los grupos, y aún cuando ésta se complete -siendo realistas- no podrá concitar unidad y en una colectividad tan partida, cualquier manejo que se le dé a la campaña generará heridas irreparables hacia el futuro.
En segunda instancia, es claro que Aníbal Gaviria no es antiuribista per sé, sino antirreeleccionista. Y como sin duda el respaldo o rechazo al actual Presidente será el eje de la campaña, la fórmula opositora tendrá que tomar una posición, y en ese momento ¿qué discurso adoptará Aníbal sabiendo que las dos grandes tendencias de su partido se han mostrado abiertamente antiuribistas?
Finalmente, meterse en este preciso momento en el día a día de la oficialidad del liberalismo es entrar a la boca del lobo: los peores enemigos los tendrá dentro, porque una figura atractiva políticamente e independiente como el ex gobernador, es la peor amenaza que puede llegarles a los dirigentes tradicionales que controlan la élite del partido. Otro cantar será cuando él pueda tirar línea y organizar el liberalismo en las grandes ciudades y en las regiones, pero eso no es trabajo de una sola jornada y apenas lo está empezando.
El momento de un político no es cuando alcanza la cumbre de su carrera, sino cuando se hace viable la subida hasta ella. El de Obama por ejemplo, se hizo evidente en la convención demócrata de 2004 cuando era un político desconocido de Chicago y pronunció su famoso discurso; el de Piñera, el nuevo presidente chileno, cuando se impuso ante Joaquín Lavín, su rival de la antigua alianza de la derecha, en la primera vuelta de 2005. El momento de Aníbal Gaviria claramente se marcó desde septiembre del año pasado cuando consiguió el segundo lugar en la consulta interna.
Mantener ese momento vivo no es fácil y la candidatura a la vicepresidencia lo alejaría del camino que ya se trazó.
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