Vicente Torrijos
El Nuevo Siglo, Bogotá
Febrero 2 de 2010
Chávez y sus portavoces en la Radio Nacional y en Venezolana de Televisión andan diciendo que, según la Flota Rusa del Norte -con la que tanto ha venido cooperando últimamente su Armada-, fueron los norteamericanos los que provocaron el terremoto en Haití, valiéndose del siniestro proyecto Haarp.
De acuerdo con semejante paradigma de la conspiración y la paranoia, este ‘Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia’ fue fundado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, ya cumplió 15 años, funciona en Alaska, consta de 180 antenas emisoras de ondas de alta potencia, y su principal propósito no es otro que el de controlar el funcionamiento del clima terráqueo, la mente de los seres humanos, y las profundidades del planeta, llegando incluso a producir desastres naturales a la carta, de acuerdo con la conveniencia.
Para ser más precisos, este calentador Haarp podría crear algo así como un billón de ondas de radio de alta frecuencia capaces de recorrer instantáneamente enormes distancias y penetrar hasta el centro de la Tierra localizando así túneles como los de Osama, depósitos de misiles como los de Ahmadineyad, y submarinos nucleares como los enviados por los rusos a las aguas del Caribe, alterando, de paso, el funcionamiento de las comunicaciones y los sistemas de vigilancia como aquellos que quiere activar Hugo Rafael para anticiparse a su captura.
En otras palabras, los estrategas del régimen venezolano están convencidos de que los norteamericanos destruyeron Puerto Príncipe para desembarcar diez mil tropas que luego serían lanzadas sobre Miraflores en un “falso positivo” perfectamente concertado con Aruba, Curacao, Honduras, y las siete bases colombianas.
Operación que, seguramente, estaría unida al propósito imperialista de fraccionar la unidad venezolana propiciando la secesión de los Estados rebeldes de la frontera con el fin de impedir el resurgimiento del chavismo y quebrar de un solo tajo la resistencia armada empeñada en salvaguardar la revolución bolivariana.
De tal modo, es apenas natural que Chávez se empeñe en advertir que si la oposición gana las elecciones territoriales de noviembre, “habrá guerra en Venezuela”. De hecho, en su imaginario político los demonios militares del capitalismo lo tienen sitiado, los duendes del liberalismo se mueven en cada estación de Play Station y bajo el piso de su palacio se mueven, en frecuencias experimentales, las ondas de alta frecuencia del proyecto Haarp que de un momento a otro podrían paralizarlo a él y a su revolución maravillosa.
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