La Patria, Manizales
Martes, 16 Febrero 2010
Lo único que ha hecho ese grupo insurgente, catalogado como terrorista por la mayor parte de la comunidad internacional, es traer dolor, muerte y destrucción en Colombia. Mucho se ha insistido en la necesidad de que el Gobierno Nacional busque espacios de acercamiento que permitan abrir la posibilidad de un diálogo de paz firme con las Farc. Las peticiones son permanentes, sobre todo en los dos últimos años cuando han estado de por medio los procesos de liberación y rescate de secuestrados. Frente a ello la exigencia gubernamental es que cesen los ataques terroristas y se muestren gestos de negociación.
Sin embargo lo que siempre se encuentra es una respuesta violenta que no mide alcances ni consecuencias y que deja ver un grupo armado ilegal sin intereses de llegar a acuerdos de manera civilizada. Y una de esas manifestaciones fue la que se registró el pasado domingo cuando guerrilleros de las Farc emboscaron una delegación en la que viajaba el candidato a la Gobernación de Guaviare por el Partido Conservador José Alberto Pérez, quien aspira por segunda vez en unas elecciones atípicas, tras la renuncia de Óscar López.
Lamentable desde todo punto de vista que ante los pedidos de la sociedad colombiana y de la comunidad internacional para que se analicen posibilidades de superar la espiral de violencia que tanto daño le hace al país, la reacción de los armados ilegales sea siempre la misma: emboscadas, bombas, masacres y secuestros, cuando no es que realizan extorsiones, roban ganado y trafican con drogas ilegales.
Este ataque en el que resultó herido el candidato a la Gobernación de Guaviare cobró además la vida de seis personas, cuatro policías y dos civiles, que hacían parte de la comitiva que lo acompañaba y del grupo de escoltas del aspirante, y se suma a la estrategia de terror que pretenden imponer las Farc, las mismas que hace menos de dos meses, el 22 de diciembre, protagonizaron el secuestro y posterior fusilamiento del Gobernador de Caquetá, Luis Francisco Cuéllar Carvajal, a quien se llevaron luego de entrar de manera violenta a su residencia en Florencia, la capital departamental.
Esas son las Farc, un grupo promotor de la violencia y el terrorismo dedicado al lucrativo negocio de vender drogas y a traficar con armas bajo el sofisma de luchar contra la ocupación extranjera y el dominio imperialista, pero sin aportar el más mínimo acto en favor del entendimiento.
Justamente el pasado fin de semana se conoció la respuesta que uno de los más temibles jefes de ese grupo armado ilegal alias 'Mono Jojoy' le envió al comandante de las Fuerzas Militares, general Freddy Padilla de León, en la que rechaza la invitación que el alto mando castrense le hizo para que se desmovilice, al conceptuar que se trata de una "falsa paz".
Pero esa no es la única respuesta negativa que ante el pedido de buscar la paz hacen las Farc. Ya lo habían hecho en 1998 después de que el entonces presidente Andrés Pastrana les otorgara la zona de distensión, en el Caguán, mientras se analizaban las posibilidades de una salida negociada al conflicto. Ese espacio lo aprovecharon las Farc para seguir secuestrando, extorsionando y matando colombianos.
Desde entonces, en ese mismo gobierno, y en los casi ocho años del actual, lo único que ha hecho el grupo insurgente, hoy catalogado como organización terrorista por la comunidad internacional, menos por Venezuela y otros gobiernos que simpatizan con su causa, es traer dolor, muerte y destrucción en Colombia, por más ofrecimientos que se le hagan de que retorne a la vida civil a partir de un proceso de paz serio.
Y los hechos son contundentes, o si no basta mirar la dilación que le dan a los procesos de liberación de secuestrados, como el del cabo Moncayo, en el que vienen insistiendo desde hace dos años y nada que se concreta. ¿Se le podrá entonces creer a las Farc?
No hay comentarios:
Publicar un comentario