Eduardo Pizarro Leongómez
El Tiempo, Bogotá
Febrero 8 de 2010
¿En el caso probable de que el presidente Álvaro Uribe no se pueda presentar como candidato en las próximas elecciones, quien reciba el guiño presidencial será el seguro ganador? Es decir, como afirman algunos, estamos ad portas de repetir la experiencia de México durante la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el "dedazo". Mediante la designación de su sucesor a dedo, el PRI mantuvo su hegemonía política entre 1926 y 2000, es decir, hizo elegir 12 presidentes (Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo), o sea, hasta la llegada de Vicente Fox, del Partido Acción Nacional.
¿En qué consistía el "dedazo"? En la obra de Jorge Castañeda La herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México (Alfaguara, 1999), el autor cuenta una anécdota que retrata de cuerpo entero esta práctica del PRI. En 1979, el entonces presidente, Gustavo Díaz Ordaz, había decidido nombrar como su sucesor al ministro del Interior, Luis Echeverría. Pero, para conservar el rito convocó a los nueve jerarcas de su partido para "comunicarles que Don Alfonso Martínez Domínguez, el líder de nuestro partido, después de haber celebrado una auscultación muy completa, como a ustedes les consta, ha llegado a la conclusión de que el candidato que reúne las mejores condiciones es Luis Echavarría". Y agregó: "Como miembro distinguido del partido he sido comisionado para comunicárselos. Entiendo que ustedes también han llegado a esa conclusión. Los felicito por esa decisión, que yo comparto".
A mi modo de ver, es erróneo hablar de "dedazo" en Colombia al menos por dos factores. En primer término, en México existía en estos años lo que Mario Vargas Llosa denominó la "dictadura perfecta", es decir, un sistema unipartidista hegemónico. Este no es el caso de Colombia, en el cual existe un claro multipartidismo. Incluso, el Polo Democrático controla la capital
Por otra parte, en América Latina, gracias a su creciente madurez democrática, uno de sus principales rasgos, la incertidumbre en los resultados electorales, comienza a ganar fuerza. En efecto, la dinámica electoral reciente en la región muestra una multiplicidad de situaciones. En Chile, a pesar de la enorme popularidad de Michelle Bachelet (82 por ciento) su candidato fue derrotado. En Brasil, a pesar de la buena imagen de Lula (75 por ciento), Dilma Rousseff, su candidata, no las tiene todas consigo, pues José Serra, del PSDB, sigue arriba en las encuestas.
Por el contrario, en Uruguay el candidato del Frente Amplio, José Mujica, barrió en las elecciones, gracias, entre otros factores, a los altos niveles de popularidad del presidente saliente, Tabaré Vázquez. En Costa Rica, en cambio, a pesar de que Óscar Arias sólo contaba con una aceptación del 40 por ciento, la candidata de su partido, Laura Chinchilla, podría hoy lunes proclamarse como la nueva Presidenta de su país.
Estas cuatro experiencias nos muestran que en los actuales procesos electorales de América Latina reina la incertidumbre. Esta es una buena noticia. Además del otro requisito para una auténtica democracia, la posibilidad de la alternación democrática (como ocurrió en Chile con al triunfo de Sebastián Piñera), la incertidumbre es fundamental. Estamos lejos de los resultados previsibles como en la Cuba de Fidel Castro y sus reelecciones indefinidas con el 99 por ciento de los votos.
Por ello, hablar de "dedazo" en Colombia me parece un error. Colombia, como el resto de América Latina, está alcanzando la mayoría de edad democrática y en las próximas elecciones el abanico de candidatos será amplio y diverso en el plano ideológico y político, y podremos escoger con total libertad. Unos votarán a favor de la continuidad de las políticas de Uribe, otros buscarán otras alternativas.
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