Editorial
El País, Cali
Febrero 16 de 2010
Ante la crisis que crece por las protestas contra su régimen, la bomba atómica parece ser la ruta que el Ayatollah Alí Jamenei y su presidente Mahmud Ahmadinejad le han fijado a Irán. La pregunta que anda hoy en las sedes de los gobiernos del mundo es cuándo y cómo intervenir para que se consume lo que puede ser la gran amenaza de una conflagración internacional con consecuencias impredecibles.
Durante una década, las grandes potencias occidentales han tratado de manejar lo que parecía ser apenas una molestia: el reclamo de Irán por tener acceso a la tecnología nuclear, supuestamente para generar energía con fines pacíficos. Sin embargo, el mundo sabía que detrás de esa petición, en apariencia justa, se escondía el afán por entrar en el exclusivo y peligroso club de las armas de destrucción masiva basadas en la tecnología nuclear. Ahora, esa labor paciente, compuesta de propuestas disuasivas acompañadas de alguna que otra sanción, ya parece no ser suficiente.
En efecto, el discurso de Ahmadinejad en la celebración del 31 aniversario de la revolución islámica en el país persa, no debe dejar dudas. “Irán es ya un Estado nuclear”, dijo ante miles de adeptos en la plaza de la Libertad de Teherán. Así proclamó que su régimen es capaz de llegar a enriquecer el uranio hasta el 85%, el umbral para fabricar la bomba atómica. Eso ya no es apenas un desconocimiento a los compromisos que ha insinuado, tratando de apaciguar a las potencias occidentales: es una amenaza.
Al momento de analizar lo que hay en el discurso del Presidente iraní, no puede ignorarse lo que vive su país. Está en primer lugar el enorme descontento del pueblo contra un gobierno que considera producto del fraude y contra las difíciles circunstancias por las que atraviesa, acompañado de la protesta creciente ante el régimen autocrático y represivo que le arrebata sus libertades. Por eso, a la celebración de la Plaza de la Libertad en Teherán sólo asistieron los incondicionales dirigidos por la guardia revolucionaria, grupo paramilitar que asume cada vez más poderes.
En ese contexto debe entenderse el discurso de Ahmadinejad: los expertos dicen que a Irán le falta mucho para llegar a producir el uranio enriquecido y la técnica necesaria para construir armas nucleares. Pero en las circunstancias que vive esa nación, este discurso, acompañado con la siempre útil acusación contra el imperialismo, sirven para encender el patriotismo. Y puede convertirse en el motor para traspasar el límite.
Lo de la bomba atómica de Irán se está convirtiendo, entonces, en una amenaza cada vez más real. Tan real que ya la Secretaria de Estado de los Estados Unidos dijo por primera vez en forma abierta que el régimen islámico está “detrás del arma atómica”. Y la Alta Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea (UE), Katherine Ashton, afirmó: “Lo que buscamos son más pruebas de que el régimen de Irán coopera. Queremos pensar que ellos cumplen sus obligaciones internacionales. Desde la perspectiva de la UE, si eso no sucede, entonces tendremos que mostrar nuestra determinación para garantizar que se respetan las reglas”.
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