sábado, 6 de febrero de 2010

¿Uribe o la hecatombe?

Jaime Jaramillo Panesso

Colombian News, París

Febrero 6 de 2010

Los obstáculos que se atraviesan para elegir por un tercer período al Presidente Uribe son dos: la calificación de constitucionalidad sobre la ley del referendo y la subsecuente votación popular del mismo. La Corte Constitucional es la encargada de estudiar y definir el primer paso, sin el cual puede o no proceder el segundo. Mientras ese recorrido legal se desarrolla, los partidos y la opinión pública colombiana siguen operando normalmente en las campañas políticas de sus respectivas candidaturas a los cargos en el Congreso y a la Presidencia de la nación.

Sabido se ha que el magistrado ponente rendirá concepto negativo al referendo. Sobre esta determinación, que ya no es una hipótesis, sino una verdad que culminará en una sentencia de la Corte en pleno, las campañas toman otro vuelo y tienden a profundizar sus actividades proselitistas y a planear alianzas partidistas.

El país no se va a precipitar por un abismo ni sucederá ninguna hecatombe porque el Presidente Álvaro Uribe Vélez no pueda continuar en el cargo. Contrario a lo que predican y desean algunas organizaciones del imperialismo humanitario y al incómodo vecino del este, la nación colombiana tiene plena capacidad para continuar su rumbo institucional e histórico. Nuestra idiosincrasia política desde muchos ángulos es presidencialista y por lo tanto deposita en los candidatos la esperanza de que sean buenos capitanes del barco. Con mayor razón cuando quien gobierna es un buen capitán y se le reconoce como líder de la nación. Uribe no es irremplazable ni es insustituible. Al compararlo con los demás candidatos que están en el escenario para sucederlo, se advierten personalidades dignas y respetables. Inclusive hasta inteligentes y preparadas. Pero Uribe es el mejor, sin que ello demerite a los demás. No obstante debido al ya filtrado fallo de la Corte, Uribe pasará a la galería de ex presidentes con gloria y, como es normal en los humanos infectados de resentimiento y de odio, con el encono de quienes ven y vieron en él no un contrincante en democracia, sino un enemigo en armas.

Colombia no va a hundirse ni tiene vocación para el caos, aunque como todo Estado pase momentos de incertidumbre. Colombia tiene un “chasis” sólido en sus empresarios (pequeños, grandes y medianos) , en sus Fuerzas Armadas y de Policía que soportan la muerte y los sacrificios de un conflicto sin terminar, el cual requiere un próximo presidente que no sea pusilánime ni cobarde de nacimiento. Colombia no se derrumbará porque los trabajadores del campo y la ciudad, sus profesionales y universitarios, sus mujeres y sus niños, sus jueces y periodistas, sus taxistas y choferes de carreteras, en fin, hasta los presos en las cárceles, son patriotas y ciudadanos y no quintacolumnistas. Los contradictores de Uribe pueden aspirar a sustituirlo, sin que haya golpes de estado ni amenazas de ostracismo, porque así es Colombia, Hugo.

Pero quienes tienen mayor responsabilidad en el rumbo de la nación por estos tiempos, son aquellos que aspiran a terminar la obra de Uribe en materia de seguridad democrática, en construir un país de propietarios, en consolidar la paz, la reconciliación para el desarrollo, la defensa del estado de derecho y la soberanía del estado en sus fronteras y con su diplomacia. Es un deber histórico la alianza sin cartas debajo de la manga, entre el Partido de la U, Cambio Radical, el Partido Conservador y las demás corrientes que apoyan esta etapa de transición nacional. La contienda es por la democracia. No caigamos en el sofisma mamerto de izquierda versus derecha que ese es el pantano del maniqueísmo.

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