Por Plinio Apuleyo Mendoza
ABC,
7 de marzo de 2009
¿Será verdad? Es la pregunta que suelo hacerme desde que conocí a Felipe, un joven colombiano que durante siete años prestó grandes servicios al hoy jefe de las FARC, «Alfonso Cano». Felipe le fue mucho más útil que un guerrillero de botas y fusil. Su aspecto es más bien el de un intelectual. Y lo es, en realidad, dada su pasión por los libros. Miembro prominente de las juventudes comunistas, a los 20 años fue reclutado por Cano para ser miembro fundador del PC3 o Partido Comunista Colombiano Clandestino.
Este, junto con el Movimiento Bolivariano, es la nueva arma política de las FARC. Sus miembros, hombres de cierto nivel cultural, están destinados a infiltrar organismos del Estado y los medios de comunicación. En este último campo trabajó Felipe hasta que, opuesto a operaciones de corte terrorista urbano, perdió la confianza de Cano y se vio expuesto a un juicio de guerra. Entonces se desmovilizó. Condenado a muerte por las FARC, he ayudado a protegerlo. Somos amigos. Es apasionante oírle hablar de su trabajo en los medios de comunicación. Conociendo el hambre desesperada de primicias que domina a los diarios y revistas, se las suministraban. Falsas, desde luego, pero bien maquilladas y directas a golpear altos mandos militares, políticos cercanos al presidente y responsables de inteligencia. Eso es la guerra política, más eficaz que la lucha armada.
Gracias a Felipe, conocí escandalosas injusticias presentadas como revelaciones por revistas como «Semana» (de la cual fui su primer director hace 25 años) y «Cambio». Pedí a sus directores, buenos y honestos amigos míos, rectificar lo publicado por ellos, y siempre me escucharon. Sabía dónde estaban los falsos testimonios. Ahora, al leer en este diario las declaraciones de Alejandro Santos, director de «Semana», sobre el DAS y como este servicio de seguridad espiaba conversaciones de periodistas y magistrados, la inquietud me roe. Todo reposa en revelaciones de un detective anónimo. ¿No será un PC3? O me equivoco, y Alejandro tiene bases bien investigadas para sustentar lo revelado recientemente en «Semana». Dejo viva esta duda a los lectores.
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