sábado, 16 de mayo de 2009

Desarrollo de verdad

Por Carlos H. Fonseca Z.

El Colombiano, Medellín

Mayo 15 de 2009

Están renaciendo viejas disputas ambientales en Colombia y Antioquia, que creíamos superadas y que, lamentablemente, demuestran que hemos retrocedido en la discusión y la gestión del desarrollo sostenible. Todavía se plantea la falsa dicotomía entre "desarrollo" versus "ecología", cuando la verdadera discusión es sobre desarrollo bien hecho o crecimiento chambón, a cualquier costo y riesgo. El verdadero desarrollo es aquel que logra los mejores beneficios colectivos a los menores costos y riesgos sociales, económicos, tecnológicos y ambientales en el corto, mediano y largo plazo. Los extremos son perniciosos. El "desarrollo" y el crecimiento a toda costa es sólo mal desarrollo, es construcción "chambona", con costos gigantescos en el presente y el futuro. La posición ecologista a ultranza, que no permite tocar o aprovechar la naturaleza con cuidado, con diligencia, tampoco consulta la realidad ambiental que es la de usar y transformar la naturaleza con conocimiento, con sentido de futuro y de respeto a los demás.

La mina de oro La Colosa, en Tolima; el puerto Mingueo-Dibulla en La Guajira; la hidroeléctrica de El Quimbo en Huila; la represa Urrá II, en Córdoba y el proyecto Las Ánimas-Nuquí, son megaproyectos que merecen estudiarse más por sus posibles implicaciones en ecosistemas muy importantes, sitios sagrados, culturas y comunidades locales, áreas protegidas y cultivos de subsistencia a lo largo y ancho del país. La nueva economía reconoce que el valor no es solamente el monetario. Corantioquia expresa preocupación por la proliferación de solicitudes de concesión de aguas para microcentrales hidroeléctricas que dejarían en pocas manos el derecho de uso del recurso.

El caso de La Colosa en una reserva forestal, que debería traer inversión, empleo y regalías sin poner en peligro el distrito de riego más grande del país requiere analizar muy bien la tecnología propuesta, el estado real de la zona en que se haría y, sobre todo, garantizar que todos los aspectos sociales y ambientales se incluyen en los costos del proyecto. Se debe tener la libertad de decir NO si se encuentra que no es factible social ni ambientalmente aún usando las mejores tecnologías, pero se debe conceder la oportunidad de estudiar y considerar las alternativas, apartándose de la visión tradicional de la mala explotación del oro en el país.

Fraccionar las vías en concesiones demasiado "económicas", puede hacer perder la visión de conjunto de la zona de la influencia de los proyectos, como puede ser el caso de Las Ánimas-Nuquí, en una región que ha sido sostén clave del corredor biológico de intercambio de vida silvestre entre las Américas por millones de años y en la cual los pobladores nativos pueden ser desplazados por proyectos agroindustriales convencionales si no se respetan sus valores culturales o no los incluyen suficientemente. La Asociación Nacional de Fondos de Pensiones ha manifestado que está dispuesta a invertir en la infraestructura vial siempre y cuando los diseños y los estudios ambientales, sociales y financieros estén elaborados y aprobados por las autoridades respectivas. Del afán no queda sino el cansancio.

Detrás de todas estas discusiones subyace el enorme desconocimiento tanto tecnológico como económico, social, cultural y ecológico de nuestras regiones y de nuestros proyectos, porque no hemos invertido en ciencia, en tecnología, en innovación. El reto de las universidades es interpretar y proponer los mejores usos de nuestra enorme diversidad natural, cultural y regional. En el caso de la ingeniería y la economía, tenemos que innovar, ofrecer diseños alternativos e innovativos y aprender a valorar todos los factores para lograr la coexistencia pacífica y productiva de los diferentes actores y factores.

* Gerente Parque Tecnológico de Antioquia

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