miércoles, 13 de mayo de 2009

La crisis puede aumentar la competencia con China

Eduardo Lora*
El Tiempo, Bogotá
Mayo 11 de de 2009

 

A simple vista, las empresas industriales latinoamericanas han mejorado su competitividad en los mercados externos frente a las otrora temibles empresas chinas.

 

Mientras que el peso mexicano, el real brasileño y el peso colombiano se han depreciado alrededor de 30 por ciento desde mediados del año pasado, el renminbi chino ha continuado apreciándose gradualmente, incólume frente a las perturbaciones externas. Desde junio pasado ha ganado 16,6 por ciento en términos reales.

 

Se dice que han quebrado miles de empresas chinas que dependían de las exportaciones de calzado, juguetes y otros productos de consumo masivo mundial.

 

¿El fin del predominio industrial chino?

 

Nada más remoto. A pesar de los publicitados cierres de empresas y despidos de personal, China es uno de los pocos países del mundo donde la producción industrial ha seguido ganando terreno.

 

Con un 5,3 por ciento de crecimiento promedio en los tres primeros meses de este año, la industria china es la envidia de los países desarrollados del mundo, donde las caídas recientes promedian 15 por ciento.

 

En Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela se registran descensos entre 11 y 25 por ciento.

 

Los salarios de los obreros, que en China se habían duplicado en los cuatro años anteriores, ahora están bajando debido a la caída de la construcción y los despidos masivos en las industrias de exportación de productos poco sofisticados.

 

Los costos de transporte doméstico están cayendo. Los fletes marítimos desde China han bajado cerca de dos tercios desde septiembre pasado.

 

De esta forma, la competitividad de costos de los productos chinos está mejorando a un ritmo difícil de imaginar hace apenas un año, y que no se observa en América Latina.

 

Las condiciones estructurales para conseguir mejoras de productividad lucen cada vez más promisorias en China y más frágiles en muchos de sus competidores, especialmente en América Latina.

 

China está comprometida con una política de estímulos fiscales que no tiene paralelo en el resto del mundo, ni siquiera entre los países desarrollados, lo que explica en buena parte por que ha logrado mantener un crecimiento por encima de 6 por ciento a pesar de que sus exportaciones se hayan reducido 17 por ciento en el primer trimestre de este año.

 

La meta del 8 por ciento de crecimiento para este año, que en algún momento estuvo en duda, luce totalmente factible.

 

El atractivo de un mercado doméstico enorme y en expansión ha revitalizado el interés de las grandes multinacionales en China, que ahora encuentran menos atractivos otros destinos.

 

Intel está cerrando sus plantas en Malasia y Filipinas y abriendo una gran planta en Chengdu.

 

IMI PLC, una gigante británica del sector de maquinaria y equipo, está reduciendo en 10 por ciento su empleo mundial, para consolidar esfuerzos en China.

 

Pero lo más importante del programa de estímulos fiscales chino no es que ayudará a sostener la demanda interna, sino que fortalecerá la infraestructura física y el capital humano, que son dos pilares fundamentales de la competitividad en el largo plazo.

 

Mientras que en América Latina hay un aplazamiento masivo de programas de inversión privada y sólo unos pocos gobiernos tienen la capacidad de acelerar sus por lo general modestos proyectos de inversión en infraestructura, en China la inversión fija aumentó 28,8 por ciento en el primer trimestre, cuatro puntos porcentuales más que hace un año.

 

Y mientras que las universidades y centros de capacitación en América Latina muy pronto empezarán a sufrir estrecheces financieras por falta de fondos públicos y de estudiantes con capacidad de pago, una parte importante del paquete de estímulos chino se dedicará a reentrenamiento de personal y a ampliación de cupos en programas profesionales y tecnológicos.

 

Cuando se haya asentado la polvareda de la crisis, el mundo va a encontrarse con una industria china más moderna, tecnificada y competitiva.

América Latina no debe esperar ese momento para adoptar cuanto antes una verdadera política industrial y de innovación, para promover ambiciosos proyectos de infraestructura en asociación entre el sector público y el privado, y para elevar los estándares de calidad en la educación técnica y profesional.

 

Los organismos multilaterales pueden ser un socio importante en el financiamiento y la formulación de esos proyectos.

 

* Gerente del Departamento de Investigación y Economista Jefe encargado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

 

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