martes, 5 de mayo de 2009

Plañideros y cuentachistes

Por Eduardo Escobar

El Tiempo, Bogotá

Mayo 5 de 2009

 

Hugo Chávez, en la Cumbre de las Américas, regaló a Barack Obama Las venas abiertas de América Latina y volvió a poner de moda el texto emblemático de la impostura del patrioterismo latinoamericano, falso heredero de Bello y Neruda y la prosa barroca de Alejo Carpentier, y por un malentendido crítico del realismo mágico del García Márquez de Cien años de soledad.


Cuando la gloria le cayó de sopetón, García Márquez se defendió del diluvio de aplausos disminuyéndose. Argumentó, contra su anecdotario inmortal, que era un vallenato largo y una prolongación en la literatura del mamagallismo de los taxistas barranquilleros.

 

Yo creo que Cien años de soledad fue comparado con el Quijote tantas veces porque, como el libro de Cervantes, cerró un género con las herramientas de la ironía, haciendo la catarsis del pintoresquismo reductor de lo latinoamericano con el método de la burla. Como sucede con el Quijote, las primeras lecturas de CADS conmueven. Las últimas descubren la esencia humorística de todo. Aunque pasen por sendos libros entierros de santos, enamorados de la melancolía, o trenes llenos de cadáveres y muchachas comiendo tierra.

 

El libro de Galeano mereció para la ocasión un elogio de Antonio Caballero, tan parco en alabanzas. Un montón de columnistas se refirieron al regalo de Chávez. Nadie dijo que estuvo acorde con el carácter demagógico del mandatario venezolano, que además se asemeja cada día más a Buda que a los magros líderes de izquierda del pasado.

 

Esa Biblia del resentimiento se hizo popular hace años a pesar de la argumentación endeble y parcializada o por eso y fue reeditada, pirateada y fotocopiada en las fotocopiadoras aledañas a las universidades a impulsos de los maestros inclinados a rumiar las miserias de la historia. Que plantan en los hombres del futuro la nueva educación bolivariana abonada con los sentimientos reaccionarios de la envidia, la autocompasión y el reconcomio anticatólico, y el antiyanqui, que es un anacronismo después del Muro de Berlín en la era de las corporaciones y tan poco ayuda a la comprensión.

 

Las venas abiertas de América Latina, a ratos ingenioso como una milonga, suena a ratos a tango. Entre la autocomplacencia paisajística y el lagrimón sociológico, Galeano acabó siendo el Paolo Coelho del misticismo de izquierda, que fue el destino de la seudociencia del marxismo en estas tierras donde todo llega tarde y luego tarda tanto en irse.

 

Galeano es cabeza visible de un contingente de pensadores latinoamericanos masoquistas, que juntan a la vocación de víctimas la candidez, y entre suspiros les endilgan un montón de singularidades a estos equinoccios. Aficionados a las hipérboles, justifican la ligereza argumentativa con la ebriedad tropical de los borracheros, y cuando faltan rarezas para adornar la hipotética desmesura recuerdan seres imposibles que llevan la boca en el ombligo, los pies al revés, y se cubren del sol con las orejas. La fauna del delirio de los primeros cronistas tan solo reproducía lugares comunes de los antiguos aventureros de Grecia y Roma cuyo censo se lee en Isidoro de Sevilla. Nada es nuevo bajo el sol. Y los mentirosos también se repiten. El patriotismo es mejor en dosis homeopáticas. O emborracha.

 

En CNN, con motivo de la aparición de su último breviario de agudezas, Galeano, después de una queja por la expoliación centenaria de los imperialismos en América Latina que no falta en estos catequistas, y forma parte del espectáculo de los obradores de maravillas y misericordias, aludió a un amigo que vio llover pececillos en Guatemala. Otro aguacero de peces crudos es citado en El retorno de los brujos, un best seller de los años sesenta. Toda tierra es tierra santa. Y en todas cuecen habas. 

 

Humboldt escribió en Viaje a las regiones equinocciales: "una y otra vez creíamos ver fuego en el horizonte, pero eran estrellas que salían agigantadas en los vapores". Y encontró la mejor calificación para el patrioterismo latinoamericano: eso es: vaporoso.

 

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