domingo, 3 de mayo de 2009

Un ensayo fatuo

Por Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, Medellín

Mayo 3 de 2009

Ha pasado con pena y sin gloria el “día sin carro” organizado, financiado y promovido por la administración municipal. Inmarchitable mancha amarilla de los taxis cubriendo la ciudad como una lluvia de flores de guayacán. Lindo el espectáculo, pero fatuo e inocuo.

Claro que con la mejor intención de colocarse entre los partidarios de la nueva ideología de “los verdes” europeos, cuando aquí solo funciona la pasión por los verdes del Atlético Nacional o la pasión roja del otro equipo. En coro cantaron alabanzas al Señor en las secretarías pertinentes que se expresan en partituras de monóxido de carbono y partículas de plomo, paja ilusoria y tecnocrática, no porque sea mentira lo de la contaminación ambiental o el recalentamiento de la tierra, sino por las siguientes consideraciones. 

Medellín no se encuentra sola en el Valle de Aburrá. Tenemos vecinos a nueve municipios de cuyos habitantes un alto porcentaje trabaja o estudia en la capital de Antioquia y ninguno estuvo incorporado al molesto experimento. Por lo tanto perjudicó a miles de ciudadanos y ellos y sus autoridades debieron sentirse cabresteados por el centralismo de Medellín. Tal es el mismo síntoma que nos atormenta en el seno del Área Metropolitana. 

Una medida administrativa generalmente no es unánimemente bien recibida porque algunos segmentos sociales son perjudicados. En este caso los comerciantes de todos los matices: grandes almacenes, cacharreros, minoristas, restaurantes y similares, parqueaderos públicos, talleres. Otros como el conjunto de estudiantes y párvulos que no están adscritos al transporte escolar y llegan a clase en transporte privado. Los servicios de medicina en consultorios y clínicas y hospitales. Todos los nombrados en el centro o lejos de la residencia de los usuarios. Ni qué decir de los ancianos y discapacitados que no pueden viajar en bus o en metro. A los atrás descritos se les dirá: tomen un taxi. Y claro, al usar mayor número de taxis y aumentar su kilometraje, estos quemaron más gasolina y diesel y reemplazaron a los particulares. ¿Hasta dónde cambiamos los autos particulares por el servicio público automotor y quedamos casi en cero en compensación? 


Somos una ciudad de aproximadamente dos millones de habitantes que ocupamos en el mundo una posición allende el horizonte en la lista de las principales urbes. Al lado de Nueva York con 9 millones de habitantes, Los Ángeles con 17, Chicago con 10, México DF con 19, Sao Paulo con 10, Río de Janeiro con 4, Buenos Aires con 12, Moscú con 10, Londres con 7.5, Paris Metropolitano con 8, Estambul con 11, Karachi con 12, Teherán con 7, Bagdad con 5 , Bogotá con 7, Yakarta con 9, El Cairo con 8, Bangkok con 6, Shanghái con 16, Pekín con 7, Seúl con 10, en fin, al lado de metrópolis o países como la China, India, Estados Unidos o Brasil, ¿cuánta incidencia puede tener el gesto medellinense para el medio ambiente mundial? ¿Cuál podría ser el peso para el cambio, cuando no alcanzamos a ser sino una partícula de los seis mil millones de habitantes de la tierra? El cuento está mal echado y perjudica a los ambientalistas serios que miran el día sin carro en Medallo como esnobismo. Como ensayo de espíritu cívico, como experimento contra la congestión vehicular, como imitación provincial de lo que debería hacerse en el mundo, en particular donde son millones los automotores, vaya y venga. Esto es una pequeña ganancia, pero no pasa de ahí. El otro cuento, el de usar bicicleta es para ciudades planas, no para un cañón interandino donde el 60% de la población habita en laderas montañosas. 


Un asunto no tocado es el de las motos que también contaminan, que como enjambres circulan en la ciudad y que ponen muertos y heridos como un seísmo recurrente. La solución ideal es evidente: que no haya carros y volvamos a la mula y a la patineta. Chatarrización de los automotores e indemnización a sus dueños, incluyendo las motos. Esa es la quimera universal, como la dieta vegetariana o la abstinencia carnal. 

A grandes problemas, grandes soluciones. Y la solución es universal o no lo es. Cuando la humanidad se propuso eliminar la viruela, se logró mediante la ciencia y la conciencia. Avanzar en esa dirección es lo pedagógico que aliente a los hombres y mujeres de buena fe que con su idea del día sin carro lo hicieron. Vale también para los emocionados concejales. Pero por ahora no joder.

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