Carlos Mauricio Jaramillo Galvis
El Mundo, Medellín
Septiembre 24 de 2009
El problema de los residuos sólidos en el mundo continúa siendo de difícil solución especialmente si se considera que no en todos los países existe la tecnología adecuada par someterlas al reciclaje, lo que agrava aún más la situación al acumularse miles de toneladas anuales.
Un ejemplo de lo anterior es Colombia donde frecuentemente salen a la luz pública conflictos derivados por la posible creación de vertederos o por el colapso de los que se están utilizando, cuando no es que aparecen los concebidos actos de corrupción, tan de moda en nuestro país, para otorgar licencias de manejo de los botaderos a cielo abierto y que y que suelen llamar “parques ambientales”. Esto conduce a pensar que ya no tenemos espacio para seguir almacenando los desperdicios y, en segundo lugar, algo que tiene relación directa con lo anterior: debemos buscar la forma de reducir la basura, ya sea industrial o doméstica.
La iniciativa “Basura cero” quiere hacer honor a su nombre, de manera que los vertederos y las incineradoras desaparezcan de forma progresiva. Quienes impulsan este proyecto propugnan por un cambio de modelo, en que los productos se diseñen para no convertirse en un desecho inútil y contamine, y en el que toda la sociedad asuma pautas de responsabilidad ambiental, tanto en el consumo como en la gestión de los residuos.
Cada vez más ciudades y comunidades de todo el mundo ponen en marcha políticas de reducción y tratamiento de los residuos basados en estas ideas.
Las organizaciones ambientalistas llaman a la gestión de los residuos urbanos “el gran problema oculto”, porque los ciudadanos no son conscientes de él. Incinerándola o conduciéndola a los vertederos, la basura desaparece de la vista, pero a costa del medio ambiente y del bolsillo de los contribuyentes que pagan por estos servicios. Lejos de disminuir, es una molestia creciente, y prueba de ello, son las calles de nuestra ciudad: se levantan y se acuestan atestadas de basuras.
El movimiento “Basura cero”, recuerda que en la naturaleza nada es un desecho que se abandona, sino que se reaprovecha en un ciclo continuo. Sostiene que la basura no es un residuo inevitable que hay que esconder, sin importar las consecuencias ambientales y económicas, y para ello, las empresas tendrán que cambiar su forma de producción bajo el principio de la “Extensión de la Responsabilidad del Productor” (ERP), el cual señala que los fabricantes se comprometan a cuidar del producto, su envase y su embalaje durante todo su ciclo de vida. Los bienes de consumo tienen que diseñarse y producirse para generar el menor impacto ambiental posible desde su origen. De no conseguirse esto, los productores tendrán que asumir los costos económicos y ambientales de su recogida y eliminación segura. La prioridad debe ser la creación sostenible de productos de múltiples usos y de larga vida, la utilización de materiales no tóxicos, biodegradables, reciclados y reciclables, el ahorro de recursos naturales y energía o la reducción de las prácticas contaminantes.
Los defensores de los programas de “Basura cero” llevan años de trabajo y los frutos se empiezan a notar. El premio Goldman, conocido como el Nobel del medio ambiente, ha recaído este año en Yuyun Ismawati, de la organización BaliFokus.
Los miembros del jurado han valorado su trabajo para eliminar la incineración de residuos y la aplicación del programa en Bali (Indonesia). Las ciudades y comunidades que defienden la iniciativa son cada vez más numerosas y ejemplos saltan a la vista: en Oakville (Canadá) ha reducido en un 50% el volumen de sus desechos ya que sus ciudadanos están obligados por ley a compostar sus residuos o entregar los residuos limpios y separados; Halifax, capital de Nueva Escocia es un caso paradigmático, pues ha reducido en un 65% la cantidad de residuos enterrados, pues desde 1997 asumió un ambicioso programa que logró desenterrar, recuperar y reciclar millones de desechos en cinco años.
Esa práctica generó mil nuevos puestos de trabajo.
Ideas hay por montones y nosotros nada que arrancamos.
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