Editorial
El Mundo, Medellín
Septiembre 29 de 2009
Sería una torpeza que los líderes de Occidente no aprovechen el profundo aislamiento de Irán.
Los llamados Guardianes de la Revolución probaron el domingo y lunes una seguidilla de misiles de corto y mediano alcance, con capacidad de impactar objetivos militares entre 300 y 2.000 kilómetros de distancia, lo que constituye sin duda una amenaza real para la seguridad de Israel, y de Occidente, en general, si tales cohetes llegaran a ser utilizados para el lanzamiento de ojivas nucleares, por lo que cobra especial importancia la empresa en que están empeñadas las potencias occidentales para impedir que el régimen fundamentalista iraní consiga coronar su programa de enriquecimiento de uranio con fines militares.
Al finalizar las pruebas, el general Hussein Salami, jefe de la Fuerza Aérea de Irán, alardeó con que “para aquellos que podrían soñar con realizar una invasión militar contra nuestra nación y país, el mensaje de esta maniobra es una respuesta de que nuestra resistencia será firme, destructiva, real e infinita”. Ese aire de suficiencia y de poderío es una demostración de la gran torpeza del régimen iraní, porque si bien es obvio que están en capacidad de lanzar esos cohetes sobre territorio israelí, poco afectaría con ellos la capacidad militar y la vida civil de Israel si todo lo que lanzan son bombas convencionales. Lo que les falta precisamente es la bomba atómica y si llegan a tenerla sí es verdad que Israel está en grave peligro por los antecedentes antisemitas del presidente Ahmadinejad.
Hay quienes dicen que es mera retórica que difícilmente pasaría a la práctica, eso de hablar de la inexistencia del Holocausto y de amenazar una y otra vez con borrar a Israel de la faz de la tierra, pero Israel tiene motivos y seguramente muy valiosa información de inteligencia para sentir que se encuentra bajo una amenaza real por parte del irracional fundamentalismo iraní y nadie le puede prohibir que bajo el imperativo de supervivencia e interés nacional haga lo que tenga que hacer para prevenir un ataque de su mayor enemigo.
En vista de la reacción de rechazo mundial a las pruebas, el Ministerio del Exterior iraní manifestó que no había ninguna relación entre el “test de misiles” y la construcción de una segunda instalación de enriquecimiento de uranio que Teherán dio a conocer forzadamente la semana pasada, luego de que el presidente Obama denunciara que EEUU, Francia e Inglaterra tenían información de inteligencia sobre la existencia de ese nuevo desarrollo de Irán en su plan secreto de hacerse a la bomba atómica. Para los expertos, la industria nuclear y balística van de la mano ya que la gran amenaza llegaría de las cabezas nucleares que estos cohetes podrían portar en caso de que Irán lograra desarrollar una industria armamentística atómica. El general ruso Vladimir Dvorkin dijo ayer que “es muy inocente pensar que Irán no podría disponer de esa tecnología” y reveló además que a la par con los ensayos con uranio, ese país está trabajando a un importante ritmo en el desarrollo de misiles con un alcance de hasta 5.500 kilómetros.
Para nosotros es cada vez más claro que el mundo está en la obligación absoluta, indeclinable e inaplazable de impedir que estos extremistas y fanáticos coronen su proyecto de desarrollar el arma nuclear. Y nos da la impresión de que el presidente Obama es el líder occidental que mejor ha entendido esa situación, puesto que notificó que después de un escalamiento en las sanciones económicas y políticas al régimen de Teherán, no se excluía, en último término, la utilización de la fuerza si finalmente no se conseguía nada a través de la diplomacia. The New York Times, citando fuentes de gobierno, dijo ayer que las sanciones sobre las que trabaja Estados Unidos podrían afectar al sector energético y financiero. Además, está considerando vetar las inversiones en el mercado petrolífero y gasífero iraní e implementar restricciones a una serie de bancos que hasta ahora no se habían visto afectados por las sanciones.
Cobra trascendental importancia la reunión de Ginebra, el jueves, del Grupo de los Cinco - Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido – más Alemania, con representantes del gobierno iraní. Allí tendremos a Rusia en una actitud de mayor compromiso, resultado de la última inteligente jugada de Obama con el retiro del escudo antimisiles. El presidente Medvedev anticipó el tono de su posición el viernes, cuando dijo que si Irán no coopera en la reunión, deberán usarse “otros mecanismos” para lidiar con su programa nuclear.
Sería una torpeza que los líderes de Occidente no aprovechen el profundo aislamiento de Irán. Su corta lista de aliados incluye Venezuela, Cuba, Bielorrusia y, a medias, Siria. El régimen de Bashir al-Asad se ha mostrado un poco más pragmático y se ha alejado de Irán al iniciar charlas indirectas con Israel a través de la mediación de Turquía. En otras palabras, Irán se encuentra sola en su llamamiento a la destrucción de Israel, a excepción de un par de organizaciones terroristas. Creemos que las sanciones deben ser severas y dejar muy en claro que si éstas no tienen el efecto esperado se hará realidad la utilización de las armas, es decir, que habrá una ocupación definitiva, antes de que el Estado de Israel se vea en la obligación de lanzar un ataque destructivo contra las dos instalaciones de enriquecimiento de uranio. Ojalá no sea necesario, pero no somos optimistas.
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