Por Joachim Hahn
El Heraldo, Barranquilla
Septiembre 27 de 2009
No es una, ni es la del vecino. Son cuatro y las proponen dieciséis expertos. Ambas cuestan US$2.000 millones. Aquella los requiere en armamento para amenazar y destruir. Éstas los necesitan para descubrir y solucionar. ¿Sutiles diferencias…?
Tres importantes entidades estadounidenses –la Fundación Nacional de Ciencia, el Departamento de Energía y los Institutos Nacionales de Salud– invitaron hace un año al Consejo Nacional de Investigación de ese país a definir los retos trascendentales para el futuro del ser humano. Los que aseguren su supervivencia y bienestar. Y, de contera, la preponderancia de su país.
Con un título aparentemente convencional e inofensivo, “La Nueva Biología para el Siglo XXI”, pero con el explícito subtítulo “Asegurando el liderazgo de los EE.UU. en la revolución que inicia”, se ha publicado esta semana un interesantísimo documento que propone cuatro fundamentales desafíos. A juicio del grupo de prestigiosos científicos que los proponen, son aquellos en los que el conocimiento biológico puede contribuir a solucionar los mayores problemas actuales, al tiempo que asegurar la primacía de su nación hacia el futuro.
Primera revolución: Adaptar cualquier vegetal alimenticio a cualquier condición climática. El crecimiento poblacional y la concomitante carencia de alimentos ya es una tragedia de dimensiones apocalípticas, y será una de las más graves amenazas para la viabilidad de los países. Su conjunción con las alteraciones en los regímenes de lluvias y temperaturas, y la pérdida de regiones agrícolas, derivadas del cambio climático, implican un gigantesco reto para desarrollar plantas que se adapten a las nuevas condiciones. Quien lo logre, controlará el hambre (y todos los negocios conexos).
Segunda revolución: Diagnosticar y recuperar ecosistemas. La supervivencia y estabilidad de las naciones, bajo condiciones climáticas deterioradas, no depende únicamente de la provisión de alimentos. También está condicionada por la sostenibilidad ecológica y la capacidad del entorno de proveer servicios ambientales (agua, oxígeno, reciclaje). El actual conocimiento es fragmentario y no permite la gestión integral, ni la recuperación de ecosistemas deteriorados. Nación que no posea una base ecológica estable será una nación en crisis estructural.
Tercera revolución: Ampliar las alternativas para los combustibles fósiles. La demanda de energía del planeta aumentará en un 60 % en los próximos 20 años. Actualmente ninguna fuente limpia, alternativa y sostenible (bioetanol, biodiésel) está en capacidad de satisfacer ese incremento. Desarrollar las tecnologías necesarias para producir los insumos implicará un enorme esfuerzo, pero asegurará no solo la solución al problema sino también independencia y poder nacionales.
Cuarta revolución: Lograr el diagnóstico y la asistencia sanitaria personalizada. Muchas decisiones médicas y de salud pública actuales se fundamentan en modelos poblacionales probabilísticos. Con los actuales avances en genética y biología molecular, entre otros, se avecina la posibilidad de identificar y tratar enfermedades, de asegurar condiciones de salud y bienestar, sobre diagnósticos individualizados. El conocimiento y las tecnologías necesarias otorgarán enormes beneficios a la humanidad (y a quien posea las patentes).
Hay, pues, algunas similitudes y profundas diferencias entre el socialismo cantinflesco y la Nueva Biología que proponen nuestros vecinos continentales para el Siglo XXI.
Y cuestan lo mismo.
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