Rafael Nieto Loaiza
El País, Cali
Septiembre 27 de 2009
Voto siempre que puedo. Estoy convencido de que las elecciones no son un hecho cierto e ineluctable. Al contrario, como lo prueban los vecinos y, quizá, la segunda reelección consecutiva, las involuciones en los regímenes democráticos son tristemente posibles.
Por eso aprovecho cuanta posibilidad tengo de elegir directamente a nuestros gobernantes. Y aplaudo que, en lugar del dedazo o del bolígrafo, ahora los candidatos no sean resultado de la escogencia de una camarilla sino de un ejercicio de consulta popular.
He participado en elecciones de partidos con los que no siento simpatía y frente a los cuales tengo abismales discrepancias ideológicas. No creo que esos votos sean una indebida ‘interferencia externa’ de aquellos que no somos militantes. Lo que ocurra ahí me importa mucho. Los partidos tienen vocación de poder y esa vocación justifica mi derecho de votar a conciencia por quienes creo menos malos para dirigir la Nación.
Esta vez, sin embargo, me abstendré. No quiero que mi voto sea sumado por el Partido Liberal o por el Polo como uno más de la oposición. Por mucho que rechace la posibilidad de doce años consecutivos en el poder, sigo siendo uribista de mente y corazón. Uribe ha sido el mejor Presidente del país en muchas décadas. Y no seré yo quien se sume a las filas de una oposición agresiva, hirsuta y urticante, que ha fallado en entender que la segunda reelección es mala no por Uribe sino a pesar de él. A la oposición en Colombia le han sobrado agravios y ataques personales y le han faltado ideas y programas de gobierno alternativos.
Me gustaría, sin embargo, que en el Polo ganara Gustavo Petro. Aunque ha patinado también en el terreno de la ofensa, ha sido un senador serio y valeroso en un Congreso timorato y liviano. Ha tenido, además, el coraje de condenar sin ambigüedades a las Farc y de romper cobijas con Chávez, siendo como es responsable de haberle dado cobijo al teniente coronel cuando Rafael Caldera lo liberara después de su intentona golpista de 1992. Petro tiene el mérito de corregirse: lo hizo cuando dejó las armas y lo hace ahora frente al orangután. Sería fatal que el Polo terminara en manos de esa combinación perversa de extremistas y radicales del Moir y el Partido Comunista, con Carlos Gaviria a la cabeza, y el grupo burocrático y clientelista de Iván Moreno y Jaime Dussán. Creo, sin embargo, que Petro será derrotado: me temo que el voto de opinión no le alcanzará para vencer a las maquinarias bien aceitadas del Polo, en manos de sus enemigos. Como sea, el Polo estará lejos, lejísimos, de los 2.600.000 votos que alguna vez consiguiera.
En el Partido Liberal la pelea es una entre los ex presidentes Gaviria y Samper. Ofendido después de que el director del partido recordara de nuevo la financiación de su campaña por el cartel de Cali, Samper decidió jugársela a muerte para atajar a Rafael Pardo, a quien ve como pupilo predilecto de su contradictor. Si bien el apoyo le ayudará mucho a Gómez Méndez en la consulta, es también un abrazo de oso que lo marcará fatalmente hacia el futuro. Aparecer como samperista lo liquida en una elección nacional. Con todo, Pardo es el favorito. Ahora, con menos de millón y medio de votos en la consulta, el liberalismo entra en barrena. ¿Los conseguirá?
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