Guillermo Maya
El Tiempo, Bogotá
Septiembre 30 de 2009
Desde que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela, las relaciones recíprocas entre Colombia y Venezuela han estado marcadas por el conflicto ideológico, político y comercial, escalando alturas peligrosas para países hermanos. En una columna anterior señalé los errores colombianos con Venezuela, ahora es el turno para señalar los cometidos por el gobierno venezolano con Colombia.
Por supuesto, Chávez se ha equivocado en materia grave con Colombia. En primer lugar, Chávez no ha sido claro en sus relaciones con la guerrilla de las Farc y se ha resistido a calificarlos como grupo terrorista. Incluso, el ex ministro venezolano Ramón Rodríguez Chacín, cuando se encontró con los guerrilleros de las Farc, en la liberación de un grupo de secuestrados, saludó a los guerrilleros con palabras de familiaridad y camaradería, para sorpresa de la mayoría de los colombianos: "... Estamos muy pendientes de su lucha. Mantengan ese espíritu, mantengan esa fuerza y cuenten con nosotros".
Buena parte de la izquierda de América Latina, e incluso europea, prefiere pasar de agache en la condena a las prácticas de los grupos guerrilleros colombianos que se reclaman de izquierda, porque eso es hacerle el juego al enemigo. Con los mismos argumentos, muchos intelectuales, grupos y partidos de izquierda justificaron el Gulag soviético y la falta de libertades y de derechos humanos en las sociedades del "socialismo real", porque condenar a Stalin equivalía a colocarse del lado del imperialismo. Se equivocaron.
Sin embargo, algunos intelectuales, como el premio Nobel de literatura José Saramago, con lucidez y coraje, sí han sido capaces de ver el lado siniestro de las Farc y de la revolución que prometen a los colombianos. En un reportaje con Yamid Amat afirmó: "Por su culpa (la de la guerrilla), es asombroso cómo en Colombia dos generaciones se han perdido. Su existencia solo ha producido muerte, cantidad de desaparecidos y 3.000 o 4.000 secuestrados" (EL TIEMPO, 15 de julio de 2007).
En otro reportaje reciente, Nelson Fredy Padilla ('Saramago descalifica 'revolución' de las Farc, 'El Espectador', 21 de febrero de 2009) le pregunta: "¿Y a la guerrilla de las Farc?". Saramago responde: "Que si el secuestro y la muerte son los métodos para cambiar la sociedad, las Farc no nos ofrecen más que lo que el poder ha venido haciendo siempre a lo largo de la historia: ejercer fuerza contra los débiles. Actuar como en las guerras medievales, como en todas las guerras, en las que mueren los soldados rasos de un lado y otro y arrasan por donde van pasando, no es ninguna buena señal de futuro. Con esta base, ¿qué garantía de respeto por el ser humano presentan? Si en el futuro tuvieran capacidad para gobernar el Estado, ¿lo harían manteniendo el secuestro y la muerte como línea de actuación? ¿Para eso es necesaria una revolución? ¿No es eso lo que el poder hace en tantos lugares del mundo? ¿No actúan de forma tan criminal como Bush? (...). ¿Que unos son Estado y otros grupos militarizados? A los muertos, secuestrados y arrasados, ¿cómo se les explica que uno es terrorismo de Estado y otro terrorismo revolucionario? Yo no puedo".
En este sentido, la poca voluntad política de Chávez para condenar a las Farc no se debe a la falta de pruebas sobre sus múltiples crímenes contra la población colombiana, de sus secuestros que equivalen a penas de muerte en vida, o a la carencia de un análisis sobre estos hechos que oriente a la política. Si Chávez calla por afinidad ideológica con las Farc, debe entender que ninguna ideología podrá justificar los crímenes de lesa humanidad que las Farc han cometido. Las Farc no deben condenar a la sociedad colombiana a sufrir incontables sufrimientos para purificar el "pecado original" de los marranos y las gallinas de don Manuel, los crímenes de la derecha y del Estado colombiano.
En segundo lugar, un error grave de Chávez ha sido amenazar con la guerra a los colombianos: "Se escuchan vientos de guerra", "los aviones Sukhoi pueden llegar en 20 minutos a Bogotá", etc. ¿Acaso la amenaza de guerra es solo contra el gobierno colombiano? ¿Acaso una guerra contra el gobierno colombiano no es una guerra contra los colombianos? ¿Acaso Venezuela y Colombia no son el mismo pueblo, separado por una frontera demarcada por quienes vieron como un obstáculo a sus ambiciones personales la existencia de La Gran Colombia?
Y en tercer lugar, aunque hay más, "reducir el comercio con Colombia a cero". ¿No es acaso una acción contra los trabajadores y los más pobres de Colombia? ¿Piensa Chávez que su "comercio cero" encenderá la ira popular en contra de la oligarquía colombiana? Se equivoca. El comercio entre Colombia y Venezuela es una ley de gravedad por proximidad, por cultura y por historia. La pretensión de Chávez de castigar a Colombia no beneficia a Venezuela, y contribuye al proyecto y a los intereses de quienes fragmentaron La Gran Colombia.
Chávez se equivoca, y mientras más habla más se equivoca. En el lado colombiano, también se habla demasiado. Hablan como desfondados, diría Fernando González, el filósofo de Colombia. La incontinencia verbal nacionalista sirve para ganar votos, pero no para respetar la hermandad y la paz entre los pueblos, sellada por el origen y el destino común.
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