Por Juan Pablo Ruiz Soto
El Espectador, Bogotá
Septiembre 30 de 2009
Según el informe del Baco Mundial cerca de 77 millones de personas se verán afectadas en el suministro de agua en los próximos 30 años por la desaparición de los glaciares en la cordillera de los Andes.
El pronóstico de Parques Nacionales y del Ideam, que hacen seguimiento a varios glaciares en el país, es que en el mismo período, habrán desaparecido la mayor parte, si no todos los glaciares de Colombia. La pregunta es ¿qué podemos hacer? ¿Tenemos como colombianos que actuar o dado que la pérdida de los glaciares es efecto del calentamiento global, sólo nos queda lamentarnos y registrar su desaparición?
Hay acciones urgentes que debemos tomar. Los páramos, su recuperación y manejo se convierten en prioridad nacional. La desaparición de los glaciares tiene un gran impacto visual y pedagógico, desaparece parte del atractivo turístico de la alta montaña y su aporte hídrico regulatorio. En breve el hielo tropical será un recuerdo de tiempos pasados. En lo económico y social, para Colombia, los páramos son más importantes que los glaciares y con la desaparición de los glaciares, el páramo pasa a jugar un papel aún más relevante, pues toda la regulación dependerá de ellos. Hay plantas del páramo que pueden retener hasta cuarenta veces su peso en agua y si destruimos la vegetación original, esas plantas desaparecen y los pastos y pajonales, ya no tienen el mismo poder regulador.
¿Entonces qué hay que hacer? Primero que todo conservar los pocos páramos que aún tenemos en buenas condiciones, que conservan la vegetación original. La mayor parte de nuestros páramos la hemos convertido en pasto para unas pocas vacas que se alternan con cultivos de papa, grave error, con alto costo. El ejemplo recurrente es que para Bogotá el valor de la conservación del páramo de Chingaza representa un beneficio equivalente a 15 millones dólares al año, suma que por mucho, cientos de veces, es más de lo que se gana por cultivar los páramos de la cuenca alta del río Bogotá y los páramos de Sumapaz.
Además, hay que realizar con urgencia las inversiones requeridas para recuperar las zonas de páramo que se han destruido y que son críticas para la regulación hídrica de cuencas que estamos usando o que requeriremos en el futuro. Aun cuando desde el punto de vista ecológico todos los páramos son importantes, desde lo social y económico hay diferencias, por ello hay que priorizar los lugares de inversión. El Estado, las regiones y los ciudadanos debemos invertir para recuperar la vegetación original de algunos páramos y compensar a los propietarios de tierra en los páramos para que puedan obtener, por conservar, los ingresos que obtendrían si los usaran para propósitos agropecuarios. El uso con mayor valor productivo de algunas zonas de páramo es su recuperación y conservación dados sus valiosos servicios ambientales.
Las tareas no terminan allí, debemos desarrollar sistemas de alarma temprana para evitar los incendios, pues con el calentamiento global este riesgo se incrementa. Los páramos tendrán épocas secas y con temperaturas altas donde la propensión a los incendios será muy grande y una quema destruye, al igual que la papa, lo cobertura de vegetación nativa.
El calentamiento global nos deja muchas taras que no podemos evadir.
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