Alfredo Silva Valdivieso
Vanguardia Liberal, Bucaramanga
Septiembre 30 de 2009
Aunque en los últimos años han disminuido los índices de la pobreza e indigencia del país, no hay duda de que todavía existen millones de colombianos sumidos en esas infortunadas situaciones. Esta es una realidad inocultable, a la que debe dársele máxima importancia a la luz de la justicia social, expresada en forma magistral por la última encíclica del Papa Benedicto XVI, “La Caridad en la Verdad”. Algunos políticos y columnistas de la prensa escrita culpan de esa lamentable realidad al gobierno, sin tener en cuenta que el Estado está obligado a aplicar ingentes recursos para defender al país del terrorismo.
Veamos: el primer eslabón de esa cadena es la simbiosis narcotráfico-guerrilla, a través de la cual ambas organizaciones se prestan mutua ayuda: la primera alimentando a la segunda con el negocio de la droga, y ésta –la guerrilla– protegiendo al narcotráfico en el cultivo y procesamiento de la coca. Esa asociación delictiva recibe apoyo logístico de países vecinos –segundo eslabón– al permitirles a sus integrantes el libre tránsito por sus territorios, y proveerlos de pertrechos para las acciones terroristas. Le sigue –tercer eslabón– la intervención solapada de ciertos políticos y ONGs, quienes, so pretexto de buscar la paz y la libertad de secuestrados, le sirven a la guerrilla como maquilladores de su imagen terrorista, en el plano nacional e internacional. Y el cuarto –quizás el más grave– lo constituye la indiferencia con que los organismos internacionales (ONU, OEA, UNASUR) y la llamada “sociedad civil” (Partidos Políticos, Gremios, Academia, Medios de Comunicación, etc.) miran y enfrentan el fenómeno narcotráfico-guerrilla-terrorismo.
La existencia evidente de estos hechos obliga al gobierno, por un claro mandato constitucional, a defender la integridad territorial y la vida de 44 millones de habitantes. Pero esa defensa le cuesta al estado billones de pesos que podrían canalizarse para educación, salud y nutrición infantil, agua potable y vivienda, con todo lo cual se lograría reducir sustancialmente los índices de pobreza e indigencia. Por eso me atrevo a decir que el eslabón más grave de la cadena de causas de la pobreza, es la indiferencia con que los organismos internaciones y la sociedad civil miran y enfrentan el problema narcotráfico-guerrilla-terrorismo. Si al menos los Medios de Comunicación hubieran persistido en una campaña contundente contra la guerrilla y en promover movilizaciones masivas, como la de marzo de 2008, otro gallo cantaría en muchos hogares pobres de Colombia.
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