Jose Obdulio Gaviria
El Tiempo, Bogotá
Septiembre 23 de 2009
Desde el día infausto en el que un grupo de magistrados de la Corte Suprema decidió constituirse en célula de oposición, nuestra escena pública se avinagró. Los magistrados, a la mejor manera de Anncol, comenzaron a inundar el ambiente con rumores de persecución. El camino hacia la esquizofrenia suele pasar primero por la suspicacia, se va agravando con la paranoia y remata con la locura. Los magistrados recorrieron el camino completico.
Tomaron cualquier mirada como amenaza. ¡Y qué de escándalos!
Recuerdo el día en que la eficiente y cortés Policía de Eldorado seleccionó, entre otras, dos maletas para revisión. Una, la mía, estaba cargada de libros. El agente encargado del escáner hizo su trabajo, dijo una palabra amable, dio las buenas noches y ¡siga! Otra maleta era la de un magistrado de la Sala Penal de la Corte. ¿A mí? ¿Ustedes piensan requisar al doctor fulano? ¡Qué ofensa! ¡Esta persecución la ordenó el Presidente! ¡Voy a denunciar tamaño atropello ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos! ¡Pediré medidas cautelares de protección!
El policía, perplejo pero tenaz, ni se inmutó: hizo la revisión como a cualquier paisano y le dio el visto bueno. Pero el magistrado ya no quería viajar, sino hacer un buen escándalo contra el Gobierno. Lo hizo. Hoy, entre los jueces del mundo, corre la voz de que un tirano colombiano humilla y persigue a los magistrados. Presentan como prueba incontrovertible el caso que acabo de narrarles. Es una forma de comprobación de los hechos que me recuerda a los Yahoos de Borges: creían que los hechiceros podían convertir a los hombres en hormigas y como demostración fehaciente de tal destreza, ¡mostraban las hormigas!
Después conocimos el caso de una magistrada que se varó por gasolina. ¡Qué fue aquello! En los anales, el episodio aparece como un grave atentado contra su integridad. Luego, uno de sus hijos, para decirlo con versos de Piero, "se encendió un cigarrillo, no pensó en las materias y se hizo la rata con el pibe de a la vuelta". ¡Intento de secuestro de hijo de magistrada!, así definieron y denunciaron en la Corte el episodio y, haciendo la correspondiente deixis, señalaban a la Casa de Nariño con expresivos y significativos movimientos de ojos y labios.
A pesar de ser un país institucionalista, de tener en alta estima a la Corte, ser respetuosos con la bambolla de los magistrados y comprensivos con sus comportamientos infatuados, nadie, distinto a los corifeos del antiuribismo, se tragó el cuento de la persecución y amenazas de Gobierno.
Como la consigna era deslegitimar al régimen, como había que demostrar que en Colombia las Farc hacen una guerra justa (por motivos altruistas dicen los escarramanes de la Justicia), quisieron hacer otro montaje creíble: se inventaron las chuzadas del DAS, para pintarnos como una dictadura atrabiliaria, merecedora de que los sabios y justos se declaren en rebelión.
Como buenos nazis, hasta escogieron su polaco: ¡Yo! Y quisieron armarme un buen tole. Esparcieron el rumor de que había un Montesinos que ordenaba las tales grabaciones. Yo, que no me intereso por lo que han publicado, publican y publicarán (según amenazas que me hacen llegar a diario), dizque ordenando oír las cosas que dicen en privado. Ahí me va dando la razón la vida. Desde el principio dije -y sabía por qué lo decía- que todo era un gran montaje.
Esta semana, por fin, el Fiscal encargado comenzó -valientemente- a desfacer el entuerto. Ojalá su justicia también redima a las víctimas del tenebroso montaje que llevó a cárcel injusta a tantos inocentes: al capitán Lagos y sus compañeros del DAS, víctimas propiciatorias para calmar una sed de aplausos que agobió siempre a Mario Iguarán. Aplausos de la bigornia, ¡claro!
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