miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una cruzada urgente

Editorial

El Heraldo, Barranquilla

Septiembre 30 de 2009

Una de las noticias más positivas que dejó la Cumbre sobre Cambio Climático, en la sede de las Naciones Unidas hace una semana, fue el compromiso ambiental ratificado por Estados Unidos y China para detener el estado agonizante de la Tierra.

Como es sabido, ambos países son los mayores contaminadores del mundo. Si bien Estados Unidos ha sido históricamente el mayor emisor de gases de efecto invernadero, la potencia oriental lo ha superado recientemente. Lo más preocupante es que la suma de los gases que ambas naciones aportan día a día termina convirtiéndose en la mitad de las emisiones tóxicas totales que nos tienen ad portas de la gran debacle.

De allí que los anuncios hechos por ambas potencias hayan sido considerados por la comunidad internacional como apenas necesarios en momentos tan cruciales como los actuales.

El mandatario chino manifestó que así como desde 2005 su país ha venido implementando un programa para reducir las emisiones de dióxido de carbono, lo continuará haciendo para lograr hacia 2020 una reducción más notable.

Obama, por su parte, cuyo gobierno se ha caracterizado por generar una mayor conciencia ambiental entre la sociedad estadounidense, en su discurso ante más de 100 jefes de gobierno manifestó que esta generación enfrenta un gran desafío porque será juzgada por la historia por haber fracasado en su intento por evitar la debacle ambiental o, por el contrario, por haber actuado a tiempo para salvar la Tierra de una catástrofe.

La Cumbre del Clima, convocada por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, tuvo como objetivo principal crear conciencia mundial sobre la necesidad de actuar urgentemente para no darle más largas al tema del cambio climático. La alerta dirigida a los países más poderosos, justamente tuvo lugar antes de la reunión de Copenhague, a celebrarse el 18 de diciembre próximo, para buscar un acuerdo de recorte de CO2. Este acuerdo sustituiría desde 2012 el Protocolo de Kioto, que hasta ahora no ha arrojado los resultados esperados.

Sin duda, el mundo es cada vez más consciente de que es hora de actuar y de que el cambio climático es un asunto que concierne a todos. Especialistas en el tema no dejan de divulgar cada tanto que las futuras generaciones no encontrarán vida en la Tierra si no cambiamos en menos de 10 años nuestros hábitos.

Ese ha sido el tiempo justo que han estimado para tomar medidas correctivas con las que logremos evitar el descongelamiento acelerado de los glaciares, los cambios extremos de temperatura y la aparición de más ciudades ahogadas en su propio aire.

Sin embargo, mientras se busca la manera de detener la destrucción de la Tierra, la naturaleza nos sigue enviando señales de cuán enferma está. Hace unos días el mundo fue testigo de una de las peores tormentas de polvo que ha vivido Australia en los últimos años. El polvo rojo que provino del desierto llegó a perturbar gravemente la vida de los habitantes de Sidney y a complicar los tiempos calurosos y secos que vive Oceanía desde hace meses.

Por otro lado, todavía se siguen recibiendo noticias de cómo el desbordamiento de ríos ha matado a más de un centenar de personas en Filipinas y continúa manteniendo al 90% del país completamente sumergido.

Paralelo a las infortunadas noticias, los documentales y películas también han sido vitales en esta cruzada para salvar el planeta y masificar el mensaje de preservación. El filme Home, lanzado el pasado 5 de junio en 50 países dentro de las celebraciones del Día de la Tierra, así como Una verdad inconveniente, del ex vicepresidente estadounidense Al Gore, hace un par de años, son apenas dos de esos ejemplos.

El clamor para salvar el planeta continuará llegando desde diferentes escenarios porque es un asunto que no solo le atañe a la comunidad científica. El cambio climático es un problema que no debemos mirar como algo que otros solucionarán.

Bien vale la pena que comencemos a cuestionarnos seriamente qué tanto estamos aportando diariamente a la recuperación o destrucción de nuestro planeta. Hemos olvidado que de seguir actuando tal como hoy lo hacemos podríamos enfrentar épocas en las que tener agua potable, disfrutar de un chapuzón en el mar o ver las estrellas serían cosas del pasado.

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