Por Ernesto Yamhure
El Espectador, Bogotá
Septiembre 24 de 2009
Llegaré en la tarde de hoy a la señorial casa del directorio nacional conservador la ex embajadora Noemí Sanín para inscribir su nombre en la lista de precandidatos a la Presidencia de la República por esa colectividad.
No es del caso traer a la memoria la multiplicidad de oportunidades que la rutilante funcionaria renegó del partido de Caro y Ospina. Ella se defenderá y seguramente se comparará con Simón Pedro, quien negó tres veces a Jesús antes de que cantara el gallo y por eso no dejó de ser el apóstol sobre el que se erigió la Iglesia.
Les ha dicho a los colombianos que es la persona predestinada para continuar el proyecto político del presidente Uribe al que trata con osada familiaridad. “Álvaro, usted y yo hemos entregado la vida entera a la patria” le escribió el pasado 20 de julio en la nota que protocolizó su retiro de la Embajada ante el Reino Unido.
Bastante desigual resulta la Noemí de las cartas y declaraciones a los medios de comunicación de la que estuvo el lunes de la semana pasada en la casa privada del Jefe de Estado y a quien sin ruborizarse inculpó de la “compra del referendo en la Cámara de Representantes”.
Cuando los demás contertulios, empezando por el presidente Uribe le exigieron que exhibiera las evidencias que sustentan la temeraria imputación, la precandidata se salió por la tangente diciendo que ella aprecia mucho al ministro Valencia Cossio, pero “todos lo vimos comprando eso”.
La acusación es delicadísima. Si Noemí Sanín tiene pruebas de que el Gobierno, a través de su Ministro del Interior, cometió algún delito durante la aprobación del referendo reeleccionista, está en la obligación de entregárselas, cuanto antes, a las autoridades judiciales correspondientes para que éstas procedan en consecuencia.
No la tendrá fácil el Partido Conservador. A partir de ahora, una de sus precandidatas es una soterrada opositora del Gobierno y de la seguridad democrática. Dudo mucho que Juan Manuel Corzo, Jorge Hernando Pedraza, Hernán Andrade y Ubeimar Delgado, principales patrocinadores de Noemí Sanín, estén tranquilos con la actitud adoptada por ella. A seis meses de las elecciones, estos congresistas saben a ciencia cierta que sus electores, antes que conservadores, son uribistas y por supuesto reeleccionistas.
Creo que es hora de que los precandidatos conservadores pongan sus cartas sobre la mesa. Sabemos que Noemí Sanín está en contra de la reelección, pero todavía no conocemos su opinión respecto de otro asunto fundamental.
Me refiero al espinoso tema del despeje frente a un eventual proceso con la guerrilla. Cuando el Caguán agonizaba, Noemí fue parte del grupo de candidatos presidenciales que se desplazó a aquella zona desde la que los terroristas cogobernaron a Colombia durante cuatro largos años.
¿Estará dispuesta a firmar un documento público en el que se comprometa a no despejar un solo centímetro del territorio nacional en caso de resultar elegida como presidenta de Colombia? Por el bien del partido en el que ahora decidió militar sería muy provechosa una postura en ese sentido. ¿Será que sus colaboradores, muchos de ellos defensores a ultranza de la negociación a cualquier precio con la guerrilla se lo permitirán? Sinceramente lo dudo.
El compromiso de Noemí no es con la seguridad democrática, ni con los principios conservadores. No. Ella es esclava de su vanidad, defecto que al decir de Jacinto Benavente hace siempre traición a la prudencia y a los intereses de las personas.
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