miércoles, 30 de septiembre de 2009

¿Qué hacer?

José Obdulio Gaviria

El Tiempo, Bogotá

Septiembre 30 de 2009


Hay mucha trisca con el oso que hicieron el domingo los partidos de oposición. Pero, ¡no nos equivoquemos! No se jugaban su suerte. La campaña del Polo, más que preparación para el matrimonio (unión), parecía presentación de alegatos en juicio de divorcio (división). Los resultados en el liberalismo muestran que tampoco la cosa iba en serio.

El meridiano de la política opositora colombiana no está pasando por las urnas, sino por la Corte Suprema. Mientras los candidatos se desgañitaban buscando voticos, el presidente de ese núcleo de la oposición, el magistrado Ibáñez, hacía lo suyo. (Que, en todo caso, nunca han sido los votos. Obtuvo 2.303 para Senado, mientras que Arrubla, su vicepresidente, ni llegó a buenas cuando fue candidato a la Alcaldía de Medellín.)

La cosa es de frente. El domingo, el verdadero jefe de la oposición y aspirante a otra magistratura, la Primera, notificó a Colombia (entrevista con Yamid Amat) que estamos en la fase definitiva de su estrategia: gobierno de los jueces. Van por el poder completico. Políticos ambiciosos, sin respaldo popular, han decidido recorrer el escabroso sendero de la usurpación del poder. Ya controlan el aparato judicial y, a su amparo, irán derrocando las otras ramas ("el siglo XIX fue el de los parlamentos (¿?); el siglo XX fue el del Ejecutivo (¿?); el XXI será el de los jueces (¡!)", notificó el jefe opositor a don Yamid).

Y están en campaña. Cuando los de las consultas iban, ellos ya venían. Ibáñez y su corte recorren departamento por departamento en plan de "contacto popular". Sus delegaciones son suntuosas y gastadoras. Un día están en San Andrés; otro, en Riosucio, en Cartagena...

Y ni siquiera guardan apariencias en el lenguaje. Los magistrados hablan con cierto descuido, como políticos (Ibáñez no dice, por ejemplo, "se adelanten las investigaciones" ni "autos dictados", sino "se sigan (sic) con las investigaciones" o "autos tomados (sic) por las mayorías"). Para cerrar el círculo, ya tienen a los políticos hablando como litigantes: de recusaciones, denuncias penales, demandas. Y los debates desembocan en los juzgados (¿o no, doctor Navas?) y se resuelven con sentencias, no con mayorías -que esas, ellos, no saben construir-.

Las palabras no son tan aterradoras como los hechos que presagio, comenzando por el encarcelamiento masivo de dirigentes que apoyen al gobierno. En auto interlocutorio, la Corte determinó asignarse la competencia de juzgar a los ex congresistas uribistas, bajo el cargo de derechismo paramilitar. Los que militen o ayuden a las Farc nunca serán procesados; ni por el chiras van ellos a perseguir a gente altruista (Anncol, alborozada, saludó las palabras de Ibáñez y lo presentó como nuevo Mesías). Como pieza jurídica, el auto de marras es asombroso en la forma y peor en el contenido: las reglas de aplicación de su jurisprudencia en el tiempo serán, dijeron, las mismas que se establecen para la aplicación de las leyes, en la 153 de 1887 (perdónalos, don Miguel Antonio, aunque sé que sí saben lo que hicieron). Luego, ¡créanme!, dictaron, en el autico, las normas generales (con el nombre de jurisprudencia), para procesar a los ex congresistas enemigos.

Ibáñez es hombre sin hígados: anunció que elegirá Fiscal propio (dizque por autoridad de la 'academia'). También mandó para la luna al Consejo de la Judicatura (¡es un golpe de Estado!, denuncia su presidenta) y le notificó al presidente Uribe que tiene cositas que hablar personalmente con él. ¡Ya lo veremos! Abarrotarán próximamente las cárceles con parlamentarios, funcionarios y políticos que se opongan a sus designios. Ibáñez y sus compañeros están hablando como Chávez y actuarán como Chávez. Como Saint-Just en el proceso contra Luis XVI, Ibáñez buscará que no se juzgue a los uribistas como a ciudadanos sino como a enemigos. Y siendo así, ni para que pagar abogados defensores. ¡Sí! ¿Qué hacer?

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