Paloma Valencia Laserna
El País, Cali
Septiembre 26 de 2009
Tenía la impresión de que Petro se perfilaba como mejor opción para el Polo que Gaviria –a quien admiro y aprecio-. Luego de sondear sus declaraciones y entrevistas, esta idea se desconfiguró.
Una de las principales diferencias entre ellos es su posición sobre la permanencia de la candidatura del Polo hacia la Presidencia. Para Petro lo fundamental es derrotar a Uribe y ha dicho que está dispuesto a celebrar alianzas con otros partidos aunque ellas impliquen la deposición de su propia candidatura. Gaviria, por su parte, no ha sido tan claro: “No podemos, con el pretexto de que hay que derrotar a Uribe, disolvernos en otros partidos a cambio de cuotas burocráticas”, pero remató diciendo que aceptaría alianzas programáticas.
Sobre este punto la opinión piensa que la postura de Petro podría darle al Polo más juego en el poder, a mí me pareció más asertivo. Ahora, por el contrario, me parece más sensata para el Polo y para el país la consolidación del partido de izquierda. Mantener la fortaleza de su ideología sin sucumbir a los pactos a cambio de cuotas de poder es prioritario para la consolidación de la democracia. La dinámica Gobierno-oposición es pieza clave para el éxito de los países. Los partidos deben tener diferencias marcadas y las ideologías deben ser consistentes y resistir por fuera del poder. Así, cuando falla o se fatiga la ideología vencedora, aquella representa una verdadera alternativa. Sólo así el Polo pude crecer como partido.
Lo contrario, esas alianzas en contra o a favor de los caudillos en busca de acuerdos que no son nunca suficientes son lo que Gaviria definió tan bien, un unipartidismo con apariencia de pluripartidismo. Deterioran la importancia de los partidos y nos devuelve a políticas personalistas.
Percibía, además, que Petro era más coherente con su rechazo a la violencia y a las Farc. Me sorprendió oír que en una entrevista en la que le preguntaban si se arrepentía de su pasado guerrillero, dijo que no. La lección más importante que debería tener un hombre como él es la conciencia de que la violencia no debe ser un arma política. Colombia no resiste más hombres que en busca de nobles ideales desangran la Patria. A estas alturas un ideal que necesita cuotas de sangre fratricidas es sólo tiranía. Me entristeció que no lo viera así.
Además, sostiene que le gustaría una negociación política con las guerrillas de izquierda, de repartición del poder, en sus propios términos, a cambio de la paz. Este mismo senador consideró que los paramilitares no eran delincuentes políticos sino simples narcotraficantes. Descartó de manera absoluta una negociación política con ellos, más aún se opuso a la Ley de Justicia y Paz, pero la consideraría para las guerrillas de izquierda.
Gaviria no ha sido contundente tampoco en estas materias, pero siempre ha sido un hombre de debate, de ideas -inteligente y elocuente- y nunca ha empuñado las armas para imponerlas.
Fue Petro quien le ofreció refugio a Chávez durante el golpe de 1992 y sobre la cooperación militar de EE.UU. se manifestó tal como lo hizo el vecino. Por eso fueron muy significativas las declaraciones exigiéndole respeto por el presidente Uribe. Sostuvo muy acertadamente que insultarlo a él es agredir a toda la Nación. Existe, sin embargo, la impresión de que tal postura es oportunista y que lo hizo para cautivar la gigantesca masa de electores antichavistas.
Amanecerá y veremos.
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