Darío Acevedo Carmona
Ventana Abierta, Medellín
Septiembre 22 de 2009
La decisión del presidente Obama de suspender la construcción de bases de escudos antimisiles en la República Checa y en Polonia tiene un significado y un alcance de la mayor importancia en la geopolítica internacional. Por sus posiciones previas a favor de un enfoque multilateral para el manejo de asuntos y desafíos a la paz mundial y en las relaciones internacionales, la medida que acaba de adoptar estaba en el orden de lo previsible.
Las reacciones favorables del primer ministro ruso, Medvedev, y del auténtico líder ruso del momento, Vladimir Putin, dan cuenta que para Rusia ese gesto representa un mensaje en la dirección de establecer las relaciones entre Rusia y USA en términos de respeto al estatus de potencia que sentía perdido, en particular, desde la administración Bush. Constituye, además, un hecho que les quita de encima el enorme peso de tener que invertir ingentes sumas de dinero en el diseño y la construcción de un sistema de respuesta que podría llevar a Rusia a una nueva crisis económica.
Obama y su equipo asesor echaron mano de una de las grandes enseñanzas que quedó de la “Guerra Fría”, a saber, que no obstante el indudable liderazgo tecnológico, económico y militar de los Estados Unidos sobre las demás potencias nucleares, se pudo establecer, en medio de las tensiones y de las fricciones, una relación de confianza nacida del miedo y del temor a que una confrontación nuclear, independientemente de esas ventajas, no dejaría sino perdedores y hasta el peligro de la extinción de la vida humana en el planeta. China, Rusia y Estados Unidos lograron evitar el peligro de desatar una conflagración fatal y lo hicieron evitando hasta el máximo dejarse reducir a la “última opción”, pero, sobre todo, tratándose como iguales.
Ese fue el trato que se perdió durante los años subsiguientes al derrumbe de la Unión Soviética y al fracaso del comunismo, y muy especialmente a partir de los atentados terroristas del integrismo musulmán contra los Estados Unidos en 2001. Bajo la administración Bush, la potencia americana pretendió, infructuosamente, adelantar una política que suponía desconocer a las otras potencias mundiales como interlocutoras, en nombre de la seguridad amenazada por fuerzas que actuaban como una red diseminada por el orbe que no daba espera a tejer una respuesta colectiva. Sin buscarlo, Estados Unidos perdió poder de juego en su pretensión de contener las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte, dos países cuyos gobiernos, claramente, representan un desafío al monopolio nuclear y por ende la posibilidad de que se desate una incontrolable carrera por la producción de armas de destrucción masiva.
Lo que acaba de reconocer Obama con su medida es que Estados Unidos no puede, sin el concurso de Rusia y de China, enfrentar por sí solo a los gobiernos de Irán y Corea del Norte. Pero, además, les acaba de endosar un rol protagónico en la contención de esos dos países que están aprovechando las disensiones entre las potencias.
Cabe esperar en el futuro inmediato que se tomen medidas muy trascendentales para las relaciones internacionales. Desde fines de septiembre Irán tendrá que responder, acorde con exigencias previas de origen multilateral, es decir, del Consejo de Seguridad de la ONU, a las demandas para que desmonte su programa nuclear o a que retorne al seno de la Agencia para el Control de la Energía Nuclear y permita la vigilancia y supervisión de inspectores que se puedan mover libremente por el territorio iraní y cuya misión es certificar que ese país cumple con la norma de desarrollar energía nuclear con fines civiles y pacíficos y que no adelanta procesos de enriquecimiento masivo de uranio.
Igual proceder es de esperar del gobierno comunista de Corea del Norte luego de las reuniones y contactos con el gobierno chino, su principal aliado y sostén diplomático. No será una negociación fácil ni rápida, pero, estos dos países, gracias a la jugada de Obama, se verán muy aislados en caso de que quieran mantener sus programas y proseguir en su carrera de obtener armas nucleares.
Rusia es gobernado por nacionalistas pragmáticos que van a aprovechar el respiro que se deriva de la suspensión del escudo antimisiles en sus fronteras cercanas. Es un desahogo desde el punto de vista militar y económico, significa quitarse un elefante de encima. Igual sensación puede tener la China en cuanto las repercusiones de dicha medida tienen alcance mundial y en cuanto su gobierno, comunista pero muy pragmático, entenderá que eso es algo muy favorable en su carrera por consolidarse como potencia económica pero también en cuanto es reconocida como poder decisorio en el mundo. Para Rusia y China, la reversa de Obama significa muchos miles de millones de dólares que no se tendrán que gastar en defensa estratégica, sin duda, una bocanada de oxígeno. Más allá, puede ser el inicio de una época marcada por el multilateralismo.
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