Sergio Muñoz Bata
El Tiempo, Bogotá
Septiembre 30 de 2009
El enojo y el rencor de los estadounidenses contra los bancos, las corporaciones y las instituciones políticas del país han llegado a extremos nunca antes vistos en el país que patentó el optimismo como seña de identidad nacional. Al menos, eso es lo que revelan las investigaciones de dos antagónicos estudiosos de la realidad nacional.
La ira que el ciudadano común y corriente siente en este momento de crisis económica es contra los banqueros e inversionistas sinvergüenzas que no contentos con saquear sus ahorros y destruir su patrimonio se aprovechan del rescate financiero para autopremiarse por su habilidad para conducir al país al precipicio financiero en el que hasta hoy sigue atascado.
También siente una profunda animadversión contra los políticos que en vez de controlar la ambición desmedida de Wall Street con regulaciones responsables que protejan a las mayorías se esforzaron por "flexibilizarlas" hasta hacerlas obsoletas y cuando sobrevino el desastre tuvieron la desfachatez de pasarles la cuenta a los contribuyentes.
No es menor su hostilidad contra las corporaciones que, obsesionadas por su afán de lucro, recurren a los despidos masivos de sus empleados y premian con bonos estratosféricos a los ejecutivos encargados de los despidos.
Esta sería, en una apretada y combinada síntesis, la conclusión a la que han llegado Frank Luntz, un asesor de políticos republicanos y encuestador de impecable pedigrí conservador que aparece en la cadena de televisión Fox News, la catedral de la derecha norteamericana, y Michael Moore, el gurú de la izquierda radical norteamericana. Curiosamente, el malestar que refleja la encuesta de Luntz (6.400 entrevistas realizadas entre diciembre del 2008 y abril del 2009) es el mismo que detecta Moore en su última película. Capitalismo, una historia de amor. Una narración despiadada del contubernio entre las corporaciones, los ejecutivos de finanzas de Wall Street, la Casa Blanca y el Congreso, y de las devastadoras consecuencias que esto tiene en los ciudadanos y en sus familias.
La manera en la que los dos trabajos se complementan es asombrosa. Por ejemplo, la encuesta de Luntz nos informa que el 72% de los estadounidenses "está sumamente enojado" ("mad as hell", en inglés como el personaje principal de la película Network) y el 57% piensa que la calidad de vida del país que les heredan a sus hijos sufrirá un enorme deterioro. En su documental, Moore nos muestra un memorándum de Citigroup, escrito a principios del 2006, que revela que la economía estadounidense es una "Plutonomía", en la que el 10% más rico de la población recibe el 43% de los ingresos y posee el 57% de la riqueza del país, mientras que el 40% de la población se las arregla con el 10%. Mientras el gobierno siga en sincronía con el capitalismo, la tecnología incremente la productividad (es decir, se usen más máquinas y menos empleados) y continúe la globalización, concluye el analista de Citigroup, los ricos se harán más ricos y la desigualdad irá en aumento. A menos que, continúa el memo de Citigroup, sobrevenga una crisis financiera o que el resto de la población se rebele y obligue al gobierno a "tomar medidas populistas".
Para ambos autores, el problema principal que enfrenta el país es la erosión de los valores estadounidenses tradicionales. Anclado en su fe católica, Moore atribuye el deterioro de los valores morales al capitalismo que encumbra el dinero como el único valor, y para ello se vale de ejemplos escandalosos como, por ejemplo, la historia de dos jueces que se hacen millonarios con el soborno que reciben de los dueños de un centro de detención juvenil privado al que mandan a miles de jóvenes por delitos ridículamente menores.
Desde perspectivas ideológicas opuestas, Moore y Luntz exhortan a la ciudadanía a exigir respeto a sus derechos como ciudadanos y como seres humanos, y a recuperar los valores fundamentales del sistema democrático para acabar con los bribones.
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