miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un clima para el desarrollo

Helen Clark

El Tiempo, Bogotá

Septiembre 23 de 2009

El cambio climático afectará en primer lugar y de manera más dura a los más pobres y vulnerables. Por esta razón, el nuevo pacto por el que tanta gente está trabajando debe ser también un pacto para el desarrollo.

La lucha contra la pobreza y la protección de nuestro planeta deben ir de la mano. La destrucción de la masa forestal, la expansión de los desiertos, las alteraciones en los patrones de las lluvias y la subida del nivel de los océanos abocan a las gentes a una vida de sufrimiento y socavan la esperanza de un futuro mejor. Estudios realizados en Etiopía muestran que los niños que han estado expuestos a la sequía durante sus primeros años de vida tienen más probabilidades de vivir malnutridos cinco años más tarde.

Debido al cambio climático y a la desintegración de las estructuras agrícolas tradicionales, se calcula que cerca de 600 millones de personas en África corren el riesgo de sufrir malnutrición, y 1.800 millones más pueden estar destinadas a vivir con escasez de agua, especialmente en Asia. Además, más de 70 millones de bangladesíes, 22 millones de vietnamitas y seis millones de egipcios podrían verse afectados por inundaciones relacionadas con el cambio climático. Aún peor, los últimos datos científicos indican que la temperatura de los océanos está subiendo hasta niveles nunca conocidos, ejerciendo todavía una presión mayor sobre los ecosistemas costeros y las poblaciones que dependen de ellos para su supervivencia.

Ahora es el momento de exigir tanto visión como acción, en pos de un mundo mejor, más limpio y más sostenible para todos nosotros.

Sólo tenemos un planeta donde habitar. Debemos asegurarnos de que nuestro modelo de vida y de desarrollo sea consistente con el equilibrio de los ecosistemas. Es necesario nuestro esfuerzo colectivo para encontrar vías más sostenibles de crecimiento de las economías y para garantizar que las personas y naciones pobres tengan la posibilidad de darse a sí mismos una vida mejor.


El cambio climático presenta grandes retos, pero también nos ofrece oportunidades para progresar juntos en el camino del desarrollo sostenible. Si las naciones son capaces de lograr avances en las conversaciones de Copenhague sobre cambio climático, ello repercutirá en una reducción de las emisiones; en el desarrollo de procesos productivos menos dependientes del carbono y del consumo; en unos mecanismos de financiación del clima que apoyen el crecimiento económico mundial; y en la aportación, a los países más pobres, de alternativas incluyentes y sostenibles para salir de la pobreza.


Las negociaciones sobre cambio climático deberían, como mínimo, tener en cuenta los siguientes tres imperativos para los países en desarrollo:

En primer lugar, los países en desarrollo deben ser capaces de crear y dar a sus ciudadanos todo lo necesario para una vida decente. A menos que las personas tengan, como mínimo, acceso básico al agua, a servicios de saneamiento, alimentos y energía, así como a instituciones eficientes y mecanismos de participación en las decisiones que afectan sus vidas, no serán capaces de soportar las cargas añadidas que generará un clima en transformación.

En segundo lugar, los habitantes de los países en desarrollo necesitan una asistencia correctamente orientada al fomento de capacidades que les ayuden a adaptarse al cambio climático, desde el campesino pobre que intenta generar cultivos más resistentes, hasta la familia que necesita que su casa sea capaz de soportar inundaciones más frecuentes. Esto significa que hay que contribuir a que estos países reordenen sus prioridades, de modo que la adaptación al cambio climático se encuentre en el centro de todos sus esfuerzos para atacar la pobreza, con particular atención a las necesidades de los grupos más vulnerables, como las mujeres y los pueblos indígenas. Los esfuerzos de adaptación deben ser lo suficientemente flexibles y resistentes como para sortear los retos que el cambio climático vaya a presentar en el futuro.

En tercer lugar, los países en desarrollo necesitan de la participación de socios que les ayuden a abrir vías de crecimiento menos dependientes del carbono. Para sufragar los costes que esto conlleva, necesitan un mejor acceso a los sistemas de financiamiento del carbono y capacidades para dirigir el dinero hacia donde sea realmente necesario. Eso significa orientar los fondos públicos y privados hacia inversiones más limpias en energía, transportes y otras infraestructuras e industrias.


Si los países en desarrollo reciben este tipo de ayuda, serán capaces de contribuir a las iniciativas globales contra el cambio climático y, al mismo tiempo, avanzar hacia el desarrollo al que aspiran sus ciudadanos.

La adopción de un nuevo acuerdo sobre el cambio climático requerirá una voluntad política firme para que los intereses nacionales no acaben obstaculizando lo que es mejor para el planeta en su conjunto. Si el pacto alcanzado es también un pacto por el desarrollo, podremos sentar las bases de un futuro más pacífico y próspero para las generaciones futuras a lo largo y ancho de nuestro planeta. Es preciso que invirtamos ahora, si queremos proteger el clima, nuestras vidas y las de nuestros descendientes.

Sabemos lo que hay que hacer y sabemos que debemos tomar decisiones colectivas. Una opción es quedarnos sin hacer nada, o muy poco; la otra es que todos los habitantes del planeta nos pongamos manos a la obra para luchar hombro con hombro contra el cambio climático.


Espero que este diciembre, en Copenhague, entre todos aunaremos la valentía colectiva para actuar.

No hay comentarios: