Hernán González Rodríguez
El Colombiano, Medellín
Septiembre 29 de 2009
La quiebra de Lehman Brothers ocurrida el 15 de septiembre de 2008, una institución con 150 años de antigüedad y uno de los cinco bancos de inversión más prestigiosos del mundo, debería habernos dejado grandes enseñanzas. Pero según opiniones autorizadas, poco ha cambiado en Wall Street. Obama espera que le aprueben sus reformas antes de finalizar el año.
Comencemos por observar que en la década de los años 60 generaban los corredores de bolsa el 60% de sus ingresos financieros al cobrar comisiones por comprar y vender acciones, bonos y demás papeles financieros. En la década de los años 70 se levantaron las restricciones sobre la banca de inversión y se desbocó ésta a especular con dinero propio y prestado hasta llegar hoy a niveles de un peso de capital propio frente a 30 pesos de dinero prestado. En tanto que la banca comercial presenta endeudamientos o apalancamientos de tan sólo un peso propio por cinco prestados. La rentabilidad del capital propio en estos esquemas es elevadísima, pero el riesgo y las pérdidas son igualmente altos.
A lo anterior debe adicionarse la complejidad de transacciones financieras de los papeles que se fueron creando para especular, tales como la gran mayoría de los derivados financieros, ciertos mercados de futuros y la mezcla de hipotecas buenas con malas para venderlas como AAA, por recomendación de las deshonestas agencias calificadores de riesgos.
Se afirma que numerosos "expertos" no comprendían, al parecer, estos fatales inventos, ya que tan sólo les interesaba obtener unas comisiones mayores que las de sus compañeros de trabajo. Numerosas firmas temían quedarse fuera del mercado por no ofrecer las ganancias exorbitantes que les ofrecía la competencia a sus clientes.
La tragedia de Lehman Brothers se inició cuando un ejecutivo del banco J. P. Morgan Chase les exigió tanto a Lehman como a Merrill Lynch que le ofrecieran más garantías a dicho banco, porque el valor de las hipotecas que le habían entregado ya no era suficiente, puesto que los precios de la propiedad raíz se habían desplomado.
Surgió entonces la idea de que el Banco de América comprara a Lehman y no a Merrill Lynch. Se rumora que el presidente de Merrill se apresuró a ofrecerle su empresa al Banco de América, en tanto que Lehman se enredó en exigencias y éste último prefirió a Merrill Lynch y selló la quiebra de Lehman. Algunos analistas consideran un error y una injusticia haber permitido esto. Afirman otros que esta quiebra demuestra que ninguna empresa es tan grande como para no poderse quebrar.
La codicia y la mala fe de los agentes financieros, aunada a la mala memoria de los ahorradores, los llevaron a creer que era posible ofrecer grandes rentabilidades sin ningún riesgo, a intentar enriquecerse en pocos años y a olvidar la constante de la Historia: Tarde o temprano se revientan las burbujas especulativas.
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