Raúl Lombana Hernández
Eltiempo.com/Blogs/El Caribe manifiesto
Septiembre 29 de 2009
En el argot político se utiliza el vocablo ahogado para referirse a los candidatos que postulan sus nombres para ocupar cargos de elección popular y que no logran obtener el respaldo popular a su candidatura en las urnas. En algunas regiones del país, también, a estos personajes se les llama "quemados".
La reflexión de hoy aborda el tema sobre el peligro e inconveniencia de que miembros del poder judicial aspiren a cargo de elección popular y viceversa, debido a que esto puede generar un conflicto de intereses. El caso que vamos analizar hoy, y que es una prueba fehaciente del peligro que entraña este concubinato, es el del actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, Augusto Ibáñez, quien aspiró al congreso en el 2006 en una lista por el partido Cambio Radical y no obtuvo el escaño deseado, es decir, se ahogó.
El magistrado y actual presidente de la máxima instancia de la justicia ordinaria postuló su nombre en el pasado -2006- al escrutinio del pueblo colombiano para obtener un escaño en el congreso de la república. En su aventura política, por no decir osadía, obtuvo no menos de 2000 votos, los cuales no le permitieron cumplir con su sueño de convertirse en "padre de la patria". La votación obtenida por el susodicho no le alcanzaría ni siquiera para ser alcalde del municipio más refundido del país. En pocas palabras, el pueblo colombiano no le "comió cuento" a su campaña y de ahí que haya sacado tan pírrica votación. Por lo tanto, también, se presume que haya podido quedar hasta endeudado, debido a que una campaña al congreso vale mucha plata.
Pues bien, parece que como premio de consolación a su fracaso político le dieron la más fácil, es decir, ser presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia.
Curiosamente, a todos a los que la Corte les ha quitado el triunfo obtenido en las urnas, por cuenta de los procesos penales en su contra, son los mismos que derrotaron al ahogado de las elecciones de 2006 y hoy presidente de esa corporación.
Lo anterior despierta suspicacia y motiva a pensar que, posiblemente, detrás de las investigaciones que realiza la máxima instancia de la justicia ordinaria colombiana se esconda un deseo de cobrar revancha, por no decir venganza. El colombiano del común ahora entiende la manera sesgada cómo se están llevando los procesos en contra de los congresistas detenidos por el caso de la parapolítica. El último reversazo de la Corte produce desconfianza y atenta contra el Estado Social de Derecho. Los tumbos que ha dado el órgano judicial, y en especial la reciente decisión de que los congresistas que hayan renunciado al fuero no puedan ser investigados por la Fiscalía, estarían ratificando que la Corte anda sumida en un caos total. Y si a lo anterior le sumamos el deseo de torpedear la terna enviada por el presidente para escoger al Fiscal General, definitivamente, dan razones suficientes para pensar que los magistrados andan en campaña política.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia tiene razones personales para tratar de derrotar por la vía penal a los que no pudo vencer por la vía democrática. Parece que es más fácil lo primero. La cruzada que ha venido realizando la corporación judicial, la cual él preside, despiertan serias dudas sobre la verdadera intención de sus actos. Parece que Augusto aún no se resigna a no haber obtenido el respaldo popular en las urnas. Peor aún, parece que los recursos invertidos en su campaña todavía lo trasnochan, sería interesante saber, además, de donde salieron. El pueblo colombiano, cómo anda tan prevenido con el órgano judicial, piensa que no sea que detrás de esa campaña puedan estar los mismos que invitan a ágapes a los magistrados y les regalan costosos relojes.
La llegada de un ahogado político a la presidencia de la Corte Suprema es inconveniente para la convivencia pacífica de los colombianos y las instituciones democráticas. El pueblo colombiano está siendo testigo de los reiterados enfrentamientos del máximo tribunal no sólo con los otros tribunales, sino también con el ejecutivo y el legislativo. Por ratos, parece que los magistrados del órgano jurisdiccional están cobrando revancha, no solamente a los congresistas, sino también a la sociedad colombiana por no apoyarlos en las urnas.
Es hora de que se tomen los correctivos para evitar el transfuguismo entre los poderes del estado. Lo que está viviendo el país en la actualidad es una politización de la justicia colombiana. Los jueces de la república quieren usar sus togas para intimidar a sus futuros contrincantes en la arena política. El accionar de los magistrados es el resultado de ir abonando el terreno para sus futuras campañas, hay que recordar que a varios de ellos están próximos a vencérseles los periodos, de ahí que anden buscando otra fuente de alimentación en el futuro.
No se puede seguir permitiendo que un político sea juez o que un juez sea político (no utilizo viceversa para que se entienda más)
El congreso de la república debe tramitar un proyecto de ley que permita crear una inhabilidad que conduzca a prohibir a quienes hayan sido jueces de la república no puedan aspirar a cargos de elección popular. No se puede seguir poniendo el poder de la justicia al servicio de causas políticas como está pasando hoy.
Así que, parece que Augusto Ibáñez, presidente de la Corte Suprema de Justicia, no ha podido asimilar la derrota en las urnas a pesar de que ya han transcurrido más de 3 años, curiosamente, casi el mismo período que dan en los bancos para pagar las obligaciones financieras; ¿no será que eso es lo que no lo deja olvidar la derrota? ¡Averígualo Vargas!, qué coincidencia, el mismo apellido del de su jefe político.
Por último, prueba de la injerencia que quieren hacer los representantes del poder judicial en la política se está viendo con el ex magistrado de las altas cortes, Carlos Gaviria, quien ahora anda por el país proponiendo desmoralizar aún más a la sociedad colombiana. Parece que la jugosa pensión que recibe del estado, al cual él quiere destruir, no le alcanzara para saciar su apetito burocrático. Afortunadamente, para el pueblo colombiano, ni siquiera sus propios copartidarios le "comieron cuento" y se ahogó el domingo en la consulta de su partido, el Polo.
La ñapa: A los enemigos de los logros del gobierno no les bastó la consulta del domingo para entender que el pueblo colombiano los aborrece. Ahora pretenden dizque hacer una consulta interpartidista para buscar un candidato que se enfrente a la sociedad colombiana. Pardo, el "ganador" del liberalismo piensa que logró la presidencia de la república, el pobre los años de vacas flacas que ha vivido y los que le esperan lo hacen delirar. Produce grima verlo haciendo el ridículo.
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