Lionel Moreno Guerrero
El Nuevo Siglo, Bogotá
Septiembre 25 de 2009
Lul está decidido a que cuando deje la presidencia del Brasil, su país tendrá un puesto importante entre las naciones más poderosas del planeta y será el líder de Suramérica. Para lograr esto ha venido trabajando en la formación de Unasur, organización de la que se siente amo y señor, como lo demostró en la reunión de Bariloche regañando a Correa y a Evo y exigiendo que los Estados Unidos y Colombia deben dar explicaciones sobre su convenio para el uso de bases colombianas por los estadounidenses, no individualmente, como lo hizo el presidente Uribe, visitando personalmente casi todos los países suramericanos, sino pasando por las horcas caudinas, públicamente, en una reunión de Unasur. Para evitar rebeliones en Unasur, trata de mantener contentos a todos, apareciendo como apaciguador de Chávez y sosteniendo que respeta la soberanía de los otros países en sus convenios militares, aunque exigiendo “seguridades jurídicas” de que sus convenios no afectarán la seguridad del resto del subcontinente.
Sin embargo, no critica las actitudes amenazantes de Chávez respecto a Colombia, ni el armamentismo de aquel, sin que se pregunte qué va a hacer el autócrata venezolano con un escuadrón de tanques (no le sirven para atacar las emisoras caraqueñas ni las manifestaciones de protesta en su contra) o con aviones Sukhoi que “pueden alcanzar Bogotá en 20 minutos”. Claro que poco puede decir Lula sobre armamentismo cuando compra a Francia submarinos nucleares y aviones Rafale, última generación, por US$ 14.000 millones, ¡para defender la Amazonia!
Pero esto no le bastó a Lula para hacer sentir su peso. En avión venezolano (multado en Salvador por escala ilegal) introdujo a Zelaya, émulo chavista, en Honduras, todo concertado para coincidir con la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
Dice “ingenuamente” Itamaratí que Zelaya apareció sorpresivamente en la embajada (con toda su familia, que residía en Tegucigalpa) y se vieron obligados a dejarlos entrar. Violando todos los cánones diplomáticos, Brasil permite que Zelaya utilice su sede como base para dar declaraciones y conferencias de prensa convocando al levantamiento contra el gobierno de Micheletti, mientras Lula y Chávez piden en la ONU que esta organización fuerce a los hondureños a reinstaurar a quien tuvo que ser expulsado por, según lo había advertido la Corte Suprema y el Parlamento hondureños, querer violar la Constitución. Lula y Chávez están logrando lo que era imposible no prever, desestabilizar a Honduras. La sangre que corra en Honduras será responsabilidad de Lula, principalmente. ¿Y los Estados Unidos qué? No creo, como algunos, que conocieron previamente el movimiento brasilero, por el contrario, parecería que Lula los puso entre la espada y la pared: si condenan la jugada brasilero-venezolana, aparecerían respaldando un gobierno de hecho y si permiten la reinstalación de Zelaya, quedarán como segundones de los héroes de la operación, Lula y de Chávez. Definitivamente, Obama tiene que revisar su diplomacia continental.
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