jueves, 24 de septiembre de 2009

Deserción universitaria

José Manuel Restrepo Abondano

El Nuevo Siglo, Bogotá

Septiembre 24 de 2009



Necesario y oportuno resultó el más reciente Foro Internacional de Educación Superior que organizó el Ministerio de Educación. Durante dos días se reunieron representantes de las instituciones de educación superior y de la política pública a estudiar estrategias que permitan elevar la retención estudiantil, y responder así al hecho según el cual de cada 100 jóvenes que ingresan al sistema universitario, técnico y tecnológico; únicamente 52 logran graduarse.


El evento respondió, además, a las conclusiones de la Conferencia Mundial de Educación Superior Unesco, celebrada en París en julio de este año. Para los rectores universitarios existe una relación directa entre mayores niveles de educación y de investigación, y erradicación de la pobreza, la creación de modelos de desarrollo sostenible y el progreso. Dos de los caminos para lograr lo anterior han sido los esfuerzos conducentes a incrementar la calidad y mejorar los niveles de acceso a la educación superior. Sin embargo, la tradicional forma de entender el acceso es insuficiente y debe existir una política para asegurar el éxito en la culminación de los estudios de los estudiantes que ingresan al sistema.


En este sentido, la deserción estudiantil se convierte en un problema de equidad social y mal manejada puede perpetuar situaciones de exclusión social y económica.


En primer lugar, la deserción retroalimenta los círculos de pobreza y gesta “una capa social de frustrados profesionales”. En segundo lugar, limita las misiones institucionales en tanto disminuye los índices de eficiencia y calidad con claras implicaciones económicas para las universidades; en tercer lugar, la deserción genera sentimientos de malestar y de frustración en las personas que abandonan sus estudios, al tiempo que genera una pérdida de oportunidades laborales por las menores probabilidades de obtener empleos satisfactorios y la postergación económica por salarios más bajos.


Así pues hablar y superar la deserción universitaria se convierte en un imperativo social. Hoy no es suficiente con que las instituciones educativas “abran la puerta” sino que se hace indispensable que apoyen y acompañen al estudiante a culminar los estudios. El modelo académico según el cual se reciben 100 estudiantes para dejar en segundo semestre 40, parece tema del pasado, y a la luz de la Unesco expresión de un muy bajo nivel de calidad. El compromiso ahora es con que el estudiante aprenda y no con su fracaso.


De las conclusiones centrales del evento se expresa que la deserción es un fenómeno diverso, complejo, multicausal, que requiere para su abordaje estrategias integrales, con capacidad para esperar resultados de largo plazo y con mecanismos académicos, programas de acompañamiento e instrumentos de información y seguimiento muy precisos. Adicionalmente supone un cambio cultural en docentes y estudiantes, una articulación de sus propósitos a planes de desarrollo y proyectos educativos haciendo del tema un propósito institucional.


Llegó el momento de hacer de la retención un eje central en la política educativa universitaria, y reconocer que no hacerlo tendrá consecuencias indeseadas en el desarrollo socio-económico.

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