Ramiro Andrade Terán
El País, Cali
Septiembre 29 de 2009
El presidente peruano, Alán García, ha puesto el dedo en la llaga de la carrera armamentista en América del Sur, que -de continuar al frenético ritmo actual- tendrá consecuencias funestas para la estabilidad de la región y aumentará el gasto público a niveles que afectarán seriamente la economía de naciones en subdesarrollo. En esa tarea capital para el futuro, el Presidente peruano no tiene mucha compañía. Por el contrario, se enfrenta al pontífice de la carrera armamentista en la región, el mandatario venezolano, Hugo Chávez Frías, que recorre con su bien surtida chequera de petrodólares todos los continentes y se arma con lo más sofisticado de la industria del siniestro oficio del asesinato colectivo.
Con notable persistencia, el Presidente del Perú ha venido clamando en diversos foros latinoamericanos acabar con la compra de armas que se ha desatado en el continente y firmar un pacto de no agresión entre las naciones que integran esta porción del planeta y a las que el libertador Simón Bolívar llamó el continente de la paz y la esperanza. Un camino que la dirigencia latinoamericana no recorrió. Por el contrario, el pasado está lleno de agresiones mutuas, rivalidades por territorios limítrofes, diferencias políticas y otros desacuerdos que, en algunos casos, originaron enfrentamientos militares. La visión de los libertadores de un continente de paz terminó en letra muerta.
Alan García fue más adelante. Propuso el 14 de septiembre que el Consejo de Defensa Suramericano hiciera un estudio pormenorizado y objetivo del armamentismo en todas las naciones suramericanas, que incluya los gastos militares, el mantenimiento de instalaciones bélicas y las nuevas compras que se están efectuando. Como era de esperarse, Venezuela -con el rey del armamentismo regional, Hugo Chávez- objetó la propuesta. Lo propio hicieron los compañeros de viaje del Presidente venezolano, a quienes subsidia con petróleo barato y préstamos favorables. En síntesis, el demócrata peruano aparece bastante solitario en su objetivo de combatir la plaga armamentista.
Como es sabido, Chávez es el campeón en ese funesto oficio de armarse hasta los dientes, para luego provocar a quienes considera sus enemigos. ¿En qué concluirá ese proceso? ¿Pasará de las palabras insultantes a la acción? ¿En que terminará la cadena de agravios frente a Estados Unidos? Nadie lo sabe. La situación creada con la millonaria compra de armas de Chávez a Rusia y otros países -y su amistad estrecha con naciones islámicas fundamentalistas- es un atentado contra la paz de América Latina y tiene que poner a pensar a Colombia. Y a todas las naciones de una región que debe luchar por acabar con una situación que hace daño inmenso a su futuro.
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