Editorial
El País, Cali
Septiembre 26 de 2009
En la reunión sobre cambio climático realizada en Nueva York, a instancias del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, las posturas de las dos naciones más contaminantes del planeta, Estados Unidos y China, contrastaron con las expectativas que al respecto mantiene la mayoría de países del mundo.
A pocos meses del Congreso de Copenhague, en el que se reemplazará al Protocolo de Kyoto, los informes de los científicos sobre los riesgos de una catástrofe orbital, por cuenta de la descontrolada emisión de gases contaminantes a la atmósfera y su incidencia en el calentamiento global, han comenzado a mostrar que las predicciones más alarmantes comienzan a cumplirse.
Aun así, pese al interés manifestado por el tema desde la campaña electoral estadounidense y no obstante las medidas adoptadas por su gobierno, el presidente Barack Obama se encargó de rebajar las expectativas de la futura cumbre medioambiental de Copenhague, al señalar que “no debemos hacernos ilusiones, nos queda por delante el trabajo más duro”. Y agregó: “Estamos buscando soluciones en medio de una recesión global, donde la prioridad es rescatar su economía y dar trabajo a la población”.
A su vez, el Presidente de China anunció el compromiso de su país de aumentar la producción de energías no contaminantes -renovable y nuclear- hasta el 15% en el 2020. Pero advirtió también que “para los países en desarrollo la prioridad es el mantenimiento del crecimiento económico, la disminución de la pobreza y la mejora en los niveles de la población”.
En sentido contrario, el Secretario General de la ONU planteó que “un fracaso en Copenhague sería moralmente imperdonable, económicamente erróneo y políticamente desaconsejable”. En ello coincidió con varios líderes europeos, como el francés Sarkozy, quien se molestó con el hecho de que la adopción de nuevas medidas en Estados Unidos dependan de la agenda del Congreso, cuyos voceros ya han señalado que no se ocuparán del tema hasta mediados del próximo año. Por su parte, José Luis Zapatero propuso que se destinara un 0,7% del PIB internacional para inversión en nuevas tecnologías relacionadas con la producción de energías limpias y que se “integrara la protección al clima en los modelos económicos”.
Pese a estas manifestaciones, resulta desesperanzador que las dos naciones más contaminantes del planeta pongan en segundo plano al tema medioambiental cuando hay un consenso universal en que allí se encuentra el más grave de los peligros para los seres humanos, desde los que sufrimos los racionamientos de agua en Cali, porque nuestros siete ríos se han vuelto quebradas infectas, hasta los que sufren por la escasez de caza en las tundras, por derretimiento de los glaciares.
Estados Unidos y China tienen las mayores responsabilidades y es de esperar que la presión de la opinión pública los lleve a reconsiderar sus posturas antes de llegar a Copenhague en diciembre de este año. De lo contrario no habrá mayores esperanzas, ni siquiera para los negocios.
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