Editorial
El Mundo, Medellín
Septiembre 24 de 2009
Un crédito inmenso para nuestro Presidente, que desmiente la falacia del supuesto aislamiento internacional de Colombia.
A diferencia de hace un año, cuando lo que flotaba en el ambiente de la Asamblea General de la ONU con respecto a Colombia y su gobierno era el éxito rotundo de la “Operación Jaque”, que permitió la libertad sin disparar un solo tiro de Ingrid Betancourt, tres norteamericanos y once militares y policías – que por cierto fue objeto de un aplauso cerrado de la selecta concurrencia – el discurso que ayer pronunció el presidente Uribe ante el máximo foro universal estuvo precedido de un clima de hostilidad en el vecindario por cuenta del Acuerdo de Cooperación Militar con EEUU, tema que, no obstante la agitación en su “patio trasero”, fue ignorado en su intervención por el líder del Imperio, a pesar de que le atañe que la supuesta “amenaza de las bases sobre su seguridad nacional” esté siendo utilizada por algunos mandatarios sudamericanos, sin admitirlo abiertamente, para justificar su carrera armamentista y sus pactos con potencias extra continentales.
Con toda razón, sin mencionar a nadie en particular, el mandatario de los colombianos templó el arco y lanzó certeras flechas al ojo de Filipo: “Nos preocupa que en lugar de avanzar hacia mayor cooperación para la seguridad, la paz y la tranquilidad de los ciudadanos de cada país, se acelere la carrera armamentista que algunos sustentan en la necesidad de modernizar sus equipos militares, mientras otros confiesan su ánimo de guerra”, dijo, en una clara alusión a Brasil y Venezuela. A renglón seguido reclamó de las agencias multilaterales, encabezadas por la ONU, que “refuercen su acción para que los gobiernos cumplan con el deber de proteger a sus ciudadanos y con la obligación de no agredir a la comunidad internacional”.
En EL MUNDO fuimos los primeros y los más enérgicos en denunciar el armamentismo sudamericano, y no sólo el de nuestros vecinos pendencieros, sino el del Brasil, sobre el cual se ha generalizado también, entre analistas y críticos, el reconocimiento de que está en esa carrera, de la que parecía relegado, movido por la ambición de gran potencia regional, en un pulso con EEUU y como una manera de mostrar un poderío militar que dé aire a su aspiración de convertirse en miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Nos satisface que el Presidente y, en general, la opinión pública colombiana, esté compartiendo ese enfoque de condena al armamentismo regional, aun cuando no hayamos conseguido todavía un respaldo a la idea defendida en estas columnas de que, en lugar de seguir dando explicaciones sobre el acuerdo militar con EEUU, manifestemos de una vez por todas que no vamos a renunciar a las bases acordadas, sino a fortalecer la Alianza con el Imperio para el control del narcotráfico, del contrabando de armas, y de todo el espectro de delitos marítimos, tanto en el Pacífico como en el Caribe.
Esto último sería consistente con la crítica que hizo el presidente Uribe al pregonado “multilateralismo”, vagaroso y sin compromiso, de que tanto se habla en ciertos foros internacionales, como el de Unasur. “El terrorismo no se puede desconocer en nombre de las buenas relaciones internacionales”, dijo, en clara alusión a ciertos vecinos. “Al contrario, el multilateralismo y la diplomacia deben conducir a acciones de colaboración entre los estados para superar este drama y sus cómplices, como el tráfico de armas, las drogas ilícitas, el lavado de dinero y activos, los refugios de terroristas, entre otros... El multilateralismo tiene que mostrar eficacia en la derrota del crimen internacional”. Reconoció ante los mandatarios de todo el mundo “el esfuerzo de los Estados Unidos para adelantar con nosotros la tarea de desmantelamiento del narcoterrorismo”, pidió “más cooperación de más países y de la comunidad internacional” y concluyó con una manifestación que debería ser suficiente, si en todo este debate sobre la bases hubiera realmente buena fe de parte de los contradictores: “Nuestro objetivo es recuperar la seguridad doméstica, nunca participar en la carrera armamentista para el juego sangriento de la guerra internacional. Nuestra tradición es de respeto a la comunidad global”.
Como al presidente Uribe lo acompaña la suerte del campeón, su participación en la Asamblea de ONU coincidió con la publicación de la lista de “líderes transformadores” que escoge la prestigiosa revista Newsweek, “por su capacidad de reinventar la cultura nacional y política de sus países en un corto tiempo”, en la cual lo ponen al lado de otros diez mandatarios de la posguerra, a cual más meritorio: Margaret Tatcher, Nelson Mandela, Helmut Kol, Gamal Abdel Nasser, Lech Walesa, Deng Xiaoping, Sheikh Zayed bin Sultan Al Nahyan (Emiratos Árabes Unidos); Kim Dae-jung (Corea del Sur), Jomo Kenyatta (Kenya) y el otro de Latinoamérica, Luiz Inácio Lula da Silva. Un crédito inmenso para nuestro Presidente, que desmiente la falacia del supuesto aislamiento internacional de Colombia.
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