Andrés Felipe Arias*
El Tiempo, Bogotá
Octubre 8 de 2009
Hablar técnicamente de AIS en medio de esta polarización política es como recitar a Borges en la mitad de una discoteca. En una confrontación política, como en la guerra, la primera víctima tiende a ser la verdad. Como dijo André Gide: "Todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo". Es preciso explicar hasta el cansancio.
AIS ha beneficiado a 316.000 familias del campo. El 98 por ciento corresponde a pequeños y medianos productores, que han recibido el 88 por ciento de los recursos. En el caso de riego, los pequeños y medianos son el 99 por ciento y reciben el 94 por ciento de los recursos. Esto contrasta con otros países, en donde los programas agrícolas están altamente concentrados en los grandes productores. Por ejemplo, en Francia el 1 por ciento de los más grandes recibe más recursos que el 40 por ciento de los más pequeños.
AIS ha generado 376.000 empleos en el campo. No en vano el último dato indica que la tasa de desempleo rural ha caído a 7,4 por ciento. En el resto del país, el desempleo ronda el 12 por ciento. Algo tiene que estar funcionando bien en la política agrícola, que tiene como uno de sus ejes el programa AIS.
AIS fue diseñado con paredes de cristal; es transparente y blindado de presiones políticas o electorales. En efecto, todos los recursos se adjudican con mecanismos públicos, transparentes y abiertos a cualquier colombiano que quiera acceder. Ni el Ministro, ni el Presidente, ni funcionario alguno pueden meter un dedo en el proceso.
Por ejemplo, los recursos para riego se asignan a través de convocatorias públicas, administradas por una entidad multilateral ajena a los intereses del Gobierno: el Iica, adscrito a la OEA. Por ende, pensar que existe correlación entre los recursos de riego de AIS y la financiación de una campaña no solo es dudar de la transparencia del Iica-OEA, sino creer que 34 países del continente están al servicio de la causa del Gobierno.
Más aún, los recursos de AIS no pueden ir al bolsillo de los agricultores. Es decir, no pueden ser utilizados para viajar al exterior o comprarse una camioneta último modelo. Todos los recursos se adjudican únicamente en la medida en que los proyectos se van ejecutando físicamente. Por ejemplo, en el caso de riego, los recursos van a una fiducia. La fiducia solo desembolsa para pagar a los proveedores de los tubos, del cemento, a los obreros, etc. Nunca van al bolsillo del agricultor.
El que varias personas pertenecientes a ciertas familias del Magdalena hayan recibido incentivos de riego quiere decir que cada una de esas personas presentó un proyecto diferente, en un predio diferente, con fuente hídrica independiente, que cumplió todos los requisitos, todas las condiciones, y obtuvo el puntaje para que el Iica-OEA hubiera determinado que debía ser seleccionado dentro de los miles y miles de proyectos que han sido favorecidos por el programa. Dudar de esto es dudar de la transparencia del IICA-OEA. Pero, además, en Cauca, Huila y Putumayo se presentan casos similares. Lo triste es que el debate parece centrarse solo en el Magdalena.
Ahora bien, excluir a una persona por su apellido o región de origen hubiera significado al Iica-OEA un prevaricato, una violación de la Constitución, y le hubiera generado sendas demandas a la Nación. Los precedentes jurídicos son contundentes.
Por último, toda obra humana es imperfecta y se puede mejorar. Además, nadie puede negar que en el campo todavía falta mucho por avanzar. Pero ¿son estas razones suficientes para politizar y despedazar un programa bien intencionado y transparente como AIS, un programa que ha bajado el desempleo rural a niveles que no veíamos hace muchos años? No. ¿Razones para mejorarlo? Por supuesto. Lo que no cambia y evoluciona está muerto y si hay algo que está vivo es AIS.
* Precandidato presidencial por el Partido Conservador
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