jueves, 22 de octubre de 2009

Apologistas del aborto

Ernesto Yamhure

El Espectador, Bogotá

Octubre 22 de 2009

La equivocada decisión de la Corte Constitucional que obliga a los colegios a enseñar los supuestos derechos que tiene la mujer a abortar, abre una vez más la discusión sobre este delicadísimo asunto, que trasciende las fronteras de la religión.

En el instante mismo en que los gametos femenino y masculino entran en contacto y el óvulo es fertilizado, se produce el milagro de la vida. Algunos defensores del aborto aseguran que hasta el tercer mes de gestación el feto no puede ser considerado como una vida humana, razón por la que es procedente la interrupción del embarazo.

Frente a ese argumento surge un interrogante elemental: ¿Si el embrión no es una persona hasta el tercer mes, entonces, qué es? ¿Una rata que experimenta un proceso de mutación y se convierte en ser humano en el día noventa?

Las doce palabras del artículo 11 de la Constitución lo dicen todo: “El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte”. En mayo de 2006, la Corte Constitucional prevaricó de manera grave cuando hizo el estudio de constitucionalidad de la Ley 599 de 2000 —Código Penal— en lo relacionado con el artículo 122 que prevé penas entre uno y tres años a aquella mujer que “causare aborto o permitiere que otro se lo cause”.

Consideró el tribunal constitucional, en contravía de la Carta, que en Colombia puede imponérsele “pena de muerte” a los bebés que están en los vientres de sus madres en tres casos particulares: violación, malformaciones del feto y cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la madre.

Respecto del tercer caso, la Corte Constitucional —en un acto de lucidez jurídica y humanística— ha calificado, a través de una escala, el derecho a la vida al decir que la existencia de la madre vale más que la del hijo que lleva en su vientre.

Falta que nos muestren la tabla para el resto de edades o condiciones. Si esa lógica macabra se extendiera, en poco tiempo los jueces constitucionales emitirán un fallo en el que ordenarán que quien asesine a una persona de 40 años deberá pagar más años de cárcel que aquel que le dispare a un bebé de cinco meses.

Médico viene del latín mederi, que significa curar, salvar vidas, aliviar los dolores físicos de las personas. Cuando el médico termina sus estudios hace un juramento, el Hipocrático, en donde dice que a “nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada”. Por eso muchos doctores, apelando a la objeción de conciencia, se han apartado del fallo de la Corte Constitucional absteniéndose de practicar abortos, a pesar de las persecuciones laborales y de las presiones judiciales de que son objeto.

No contenta con presionar a los profesionales de la salud para que, en contravía de sus principios, practiquen abortos, ahora a la Corte le dio por obligar a que en los colegios se les enseñe a los estudiantes la sentencia de marras a través de la cual el alto tribunal abrió el boquete que permite interrumpir los embarazos.

Así las cosas, en los pénsum veremos cómo a las clases de química, física, historia, cálculo y geografía se le incluirá una nueva asignatura en la que los jóvenes estudiantes aprenderán en qué casos podrán abortar. Increíblemente, hay quienes consideran que decisiones en ese sentido son “progresistas y modernizantes”.

Previendo la cascada de objeciones de conciencia que se avecinan, la Corte aseguró que todos los colegios deben cumplir esta decisión “pedagógica”. Eso quiere decir que aquellos profesores que consideren que enseñar sobre el aborto atenta contra sus propios principios, deberán hacerlo para evitar ser despedidos o judicializados.

¡Qué lindo concepto sobre la libertad humana que rige en la Corte Constitucional!

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