lunes, 19 de octubre de 2009

¡Bajaron los precios de la carne!

José Félix Lafaurie Rivera

El Nuevo Siglo, Bogotá

Octubre 19 de 2009



SI existe una estrategia neurálgica en esta coyuntura, para el sector productivo y para la economía, es la reactivación del consumo de los hogares. A esta variable le apostamos desde el sector agropecuario, aprovechando la histórica caída de la inflación. Nada distinto a trasladarle al consumidor los menores precios de los alimentos, por cuenta de la creciente producción agroalimentaria y de los excedentes que dejó el cierre de la frontera venezolana. En carne lo estamos logrando. Los colombianos hoy consiguen cortes con rebajas que oscilan, en algunos casos, entre 14% y 23%.


Los mejores resultados se han producido en las grandes superficies. A sus esquemas de “días de promoción”, se han sumando rebajas ostensibles, que se mantendrán indefinidamente, impulsadas entre otras, por la “Semana de la carne”, una estrategia que promovió el gobierno, en asocio con Fedegan y Fenalco. Del lado del canal tradicional, fameros y expendedores, el proceso ha ido más lento. No han asimilado que es el momento de ganar por volumen y no por precio. En sana lógica, un agente racional en una economía de mercado, no podría ir en contra de una política que jalona demanda, ataja la desaceleración sectorial y, por efecto rebote, menores tasas de desempleo, mejores expectativas del PIB y en la calidad de vida de sus conciudadanos.


Un estudio reciente, ganador del Premio Nacional de la Ganadería, encontró que la elasticidad precio de la demanda de la carne es elástica en el largo plazo -1.03-. En consecuencia, una baja en los precios de la carne, ocasiona un aumento, más que proporcional en la demanda del producto. Si el consumo interno es de 761.752 ton/año y se logra una reducción del 20% en los precios al consumidor, alcanzaremos un incremento en la demanda interna del 20,6%, es decir 152.351 ton. En tales circunstancias, existe suficiente margen, para consumir la oferta no exportada a Venezuela, mantener las ventas de 911.000 ton/año y retornar a un consumo aparente de 22 ó 23 kilos.


Un escenario de consumo interno que, bueno es recordarlo, nos quitó la burbuja especulativa de la comercialización de ganado hacia Venezuela. Así, mientras cada venezolano pasó de consumir 16 a 23 kilos de carne/año, en Colombia el efecto fue adverso y bajamos a 17 kilos per cápita. Las distorsiones comenzaron por el espejismo en la dinámica de las ventas a esa plaza, que el año pasado sumaron 150.000 tn, equivalentes a US$ 755 millones. Los precios, a su vez, se treparon a US$ 2/kilo, el doble del promedio internacional.


Un desfase que hoy nos cobra el choque del mercado externo -léase sustitución de importaciones colombianas en Venezuela- y que nos lleva a tocar plazas como las de México, Medio Oriente y Rusia y, por supuesto, a recurrir al principal salvavidas: el consumo interno.


En la medida en que, vía precios, logremos aumentar el consumo interno, otro será el cantar para el sector pecuario, los industriales y la economía. Un incremento de 1 kilo para el consumo doméstico, le implica al sector el sacrificio y comercialización de 200 mil cabezas adicionales, o su equivalente de carne en canal de 46.000 tn. Pero necesitamos la ayuda de fameros y expendedores, responsables del 65% de las ventas de carne, que llegan prácticamente a todos los estratos.

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