domingo, 4 de octubre de 2009

Colombia y la crisis hondureña

Editorial

El Mundo, Medellín

Octubre 4 de 2009

A enderezar el entuerto podría contribuir Colombia, ahora que le corresponde presidir por tres meses el Consejo Permanente.

Mientras el derrocado - ¿o será destituido? – Manuel Zelaya sigue refugiado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa y su país está bajo “estado de sitio” y fuerte control militar y policial, dispuesto por el gobierno de Micheletti para evitar desmanes de los partidarios del primero, la OEA hace esfuerzos por justificar la que hasta ahora ha sido una intervención fallida en el conflicto, por no decir contraproducente, que le valió incluso que una delegación del organismo fuera expulsada de Honduras el mismo día en que se decretó el estado de excepción. A enderezar el entuerto podría contribuir Colombia, ahora que le corresponde presidir por tres meses el Consejo Permanente.

En efecto, el viernes, en sesión especial, nuestro Representante Permanente en la OEA, Luis Alfonso Hoyos Aristizábal, recibió la Presidencia rotativa del Consejo y en su discurso instó a los miembros a “buscar conjuntamente, de manera creativa, los caminos para que el pueblo hondureño no quede en el ostracismo, se restablezca la democracia y se abran y faciliten espacios para la reconciliación”. Bajo la presidencia de Hoyos Aristizábal, quien lleva sólo dos meses al frente de la delegación de Colombia en la OEA, el Consejo Permanente de la OEA deberá pronunciarse sobre la legalidad de las elecciones en Honduras, previstas para el 29 de noviembre próximo.

Ya hemos dicho que parte de los desaciertos de la OEA en el manejo de la crisis hondureña se debe a la errática conducción de la intervención por parte del Secretario General, José Miguel Insulza, más preocupado por conservar los votos de los miembros del Alba en una eventual reelección, que por adelantar una verdadera mediación. Sin embargo, parece que el propio Insulza se dio cuenta del fracaso del aislamiento y las medidas de presión para doblegar a los actuales dueños del poder en Honduras y entonces viajó en secreto la semana pasada para entrevistarse con el presidente Micheletti, en la base norteamericana de Palmerola, y aun cuando ninguno de los dos personajes quiso hablar sobre los resultados del encuentro, el hondureño dijo que el diálogo había sido constructivo y respetuoso y se habían abordado todos los temas de la crisis.

El lunes hubo reunión de “emergencia” del Consejo Permanente para examinar la situación y se llegó a proponer una resolución de condena al decreto de “estado de sitio” y a la expulsión de sus delegados, pero finalmente no hubo acuerdo, entre otras razones porque ya había una manifestación expresa del gobierno Micheletti de que estaba dispuesto a levantar el “estado de sitio” y a permitir el retorno de la misión de la OEA. Dijo que la medida extrema había sido necesaria porque Zelaya “estaba llamando a la insurrección, a la guerra de guerrillas, al pleito, a las armas (...) algo que se puede considerar un llamado de sedición en un país”, pero, advirtió, “no va a durar 45 días y van a restituirse las garantías lo más pronto posible”.

Nos llamó la atención la manera como se ha ido endureciendo la posición de los Estados Unidos, cada vez más lejana de los extremistas que quieren restituir a Zelaya a como dé lugar y, en la contraparte, la posición de Brasil, que, por lo expresado allí por su embajador Ruy Casaes, capitanea el sector radical y hace cada vez más inverosímil el cuento de que no tuvo nada que ver con el aterrizaje clandestino de Zelaya en su embajada. El embajador estadounidense, Lewis Amsalem, dijo que “el regreso de Zelaya a Honduras fue tonto (foolish) y tampoco le sirve a nadie. Los que facilitaron su regreso tienen responsabilidad especial por esa nueva crisis”. Para el embajador brasileño, en cambio, el gobierno de facto no tiene interés alguno en negociar. “Nos estaríamos engañando si lo creemos. Lo que quieren es permanecer en el poder. Es un régimen totalitario y su táctica es suicida... En consecuencia, ha llegado el momento de dar un paso adelante. Me temo que se ha agotado todo lo que la OEA puede hacer... Hay una amenaza a la paz internacional y la comunidad debe responder de manera inequívoca y cortante”. De hecho, Brasil ya había propuesto que el tema de Honduras fuera puesto a consideración del Consejo de Seguridad de la ONU.

Ese es el clima en que a Colombia le corresponde presidir las sesiones del Consejo Permanente de la OEA, un rol interesante porque no deja de representar un contrapeso y también un control para que el señor Insulza no se desmande, y al mismo tiempo es una oportunidad para mostrar a nuestros críticos que no es cierto que estemos aislados en el Continente por cuenta de nuestra alianza militar con EEUU. En su discurso, Hoyos pidió “no trasladar las batallas continentales al pueblo hondureño”, y estamos de acuerdo, pues lo que han hecho los señores del Alba, con la colaboración y complacencia de Insulza, ha sido convertir el conflicto interno de Honduras en un campo de batalla con quienes no comparten su política de entrar a saco en ese proceso, so pretexto de acabar con una dictadura.

Nosotros creemos que la posición colombiana debe partir de la base – implícita aunque no expresa – de que el gobierno de Zelaya, si bien fue producto de unas elecciones libres, su decisión de traicionar al partido que lo eligió lo convirtió en un gobierno ilegítimo. Los hechos políticos van dándonos la razón. Al final, se tendrá que imponer una solución que, de todas maneras, debe estar basada en las elecciones de noviembre. El miércoles retorna a Tegucigalpa la misión de cancilleres de la OEA. Ojalá no les tengan que volver a dar con la puerta en las narices.

No hay comentarios: