Alfonso Monsalve Solórzano
El Mundo, Medellín
Octubre 4 de 2009
Los resultados de las consultas para elegir candidatos del Partido Liberal y del PDA, sumados a los de la Segunda Gran Encuesta realizada por Ipsos - Napoleón Franco, confirman las tendencias nacionales en cuanto a preferencias y abren interrogantes sobre la clase de política que la gente está dispuesta a admitir.
En primer lugar, paradójicamente la gran presente fue la abstención. Los resultados del Partido Liberal son muy pobres y los del PDA todavía más. Frente a las consultas anteriores, simplemente retrocedieron de manera significativa.
Rafael Pardo ganó la consulta liberal, algo que se daba por descontado, y posicionó a Anibal Gaviria, que tiene el camino abierto para convertirse en líder de talla nacional en ese partido. Lo del PDA fue tan sorpresivo como sintomático. Ganó Petro sobre el doctor Carlos Gaviria, que contaba con el apoyo de la estructura del ese partido.
Hipótesis sobre los resultados, muchas. Por ejemplo, la abstención podría simplemente representar que las propuestas liberales, así como las del Polo, no tienen acogida entre la ciudadanía como alternativa a las del presidente Uribe, y que las críticas a éste, en lugar de debilitarlo son un boomerang contra quienes las plantean. Si la política tiene que ver con la interpretación del sentimiento de los ciudadanos, los partidos de oposición fracasan en su visión estratégica frente a lo que la gente quiere. Obsérvese que en el caso del PDA, el triunfo de Petro es el rechazo a la línea oficial del Partido (pues no se puede argumentar, dada su baja votación, que otras formaciones metieron la mano en el resultado). Hay un divorcio evidente entre la dirigencia y la base. Si Petro mantiene su posición de llegar con un candidato único de la oposición a la primera vuelta, seguramente ese partido se divide.
La encuesta, por su lado, muestra de manera contundente las tendencias nacionales de opinión. Hubo baja votación en las consultas porque la gente es mayoritariamente uribista. Mientras que el presidente tiene una intención de voto, enorme, del 63% (mayor que la de mayo de este año que era del 57%), Petro, el mejor posicionado de la oposición, apenas si llega al 8%, superando a Pardo (¡qué crisis la del Partido Liberal!), que obtiene el 5%.
Sólo en un escenario sin Uribe, aparece una puja un poco más pareja, aunque no demasiado. Santos, Arias y Petro tienen cada uno una intención de voto del 11%, Fajardo del 8%, Noemí Sanín y Pardo del 5%. Pero obsérvese que los candidatos uribistas sumados superan a los de la oposición.
El problema de los uribistas, lo he venido repitiendo, es que están apostando todo al Plan A, que depende de factores ajenos al apoyo ciudadano, como el control de la Corte Constitucional. Si esta da vía libre al referendo, la encuesta señala que Uribe lo gana de lejos, con el 82% de los que votarían en tal evento. Pero si no se habla, al menos abiertamente, de la manera de resolver las discrepancias entre los candidatos posibles para llegar con un candidato único, esta ventaja podría no sólo no consolidarse sino desaparecer, y el tiempo está pasando dramáticamente.
Pero, quizá, lo más sorprendente de la coyuntura actual lo revela la encuesta cuando pregunta sobre si quien responde conoce las denuncias contra el referendo, por ejemplo, sobre la violación de los topes de financiación. El 54% dice tener conocimiento. El 60% cree que tales denuncias no son ciertas, y aunque el 87% cree que son denuncias graves o muy graves, en el universo de los que dicen tener conocimiento de dichas denuncias (el 54%), el 15% afirma tener una imagen más positiva del referendo luego de ellas, y el 56%, que no tienen ninguna influencia sobre dicha imagen. Esto equivale a un 71% de ese 54%, un poco más del 37% de quienes saben de la existencia de dichas denuncias. Es decir, al 37% de los encuestados no le importa si los medios usados para llevar el referendo al congreso fueron lícitos. Una tolerancia muy grande a la violación de las normas de procedimiento y a la ética pública, en caso de que tales denuncias sean ciertas.
Es algo muy preocupante, que merece reflexión. Puede ocurrir que la gente esté cansada de tanta maniobra para impedir la segunda reelección de Uribe. Pero una cosa son las maniobras y otra, muy distinta, el respeto a las normas legales y a los principios de la ética pública. El fin no justifica los medios. Los líderes de las mayorías nacionales deben predicar que la legitimidad se desprende no sólo del apoyo mayoritario sino de la manera como éste se produce. De lo contrario se actuaría de la misma manera que lo hacen quienes maniobran, más allá de toda lógica, razón y eticidad, para oponerse, como sea y al precio que sea, al ejercicio democrático de la mayoría, a la que tratan de discapacitada mental y desprecian por no seguir sus postulados y sus métodos.
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