Saúl Hernández Bolívar
El Mundo, Medellín
Octubre 5 de 2009
Por mucho que algunos traten de dorar la píldora, las consultas de los partidos fueron un mazazo para la oposición. De un lado, al Polo lo estremeció un terremoto con el triunfo de Gustavo Petro cuando todos daban por sentado el de Carlos Gaviria. Fue una bofetada a la izquierda radical, de la que los seguidores del Polo quieren diferenciarse. Gaviria representa el ala que nunca se ha distanciado de las Farc y que considera “nítidos” los triunfos electorales de Hugo Chávez. En cambio, Petro se ha venido desmarcando de posiciones extremas en lo referente a la guerrilla, y hace poco declaró que al irrespetar al Presidente Uribe, Chávez irrespeta al pueblo colombiano.
Uno no sabe a ciencia cierta si esto era apenas una estrategia diseñada por alguien que sabe leer muy bien la realidad, la inconformidad de las mayorías colombianas frente a las Farc y al Presidente venezolano. Gustavo Petro no sólo es un ex guerrillero sino que fue el primer amigo de Chávez en Colombia, así que creer a pie juntillas en su cambio de actitud es complicado.
Pero eso no altera el hecho de que el electorado de izquierda no quiere extremismos sino pragmatismo. Por su parte, el que Carlos Gaviria resultara mal perdedor es una muestra de que, tarde o temprano, el Polo terminará estallando en pedazos por las posturas incompatibles entre radicales y moderados.
De otro lado, no puede negarse que la votación de las consultas fue mediocre. El Partido Liberal apenas obtuvo poco más de un millón de votos, algo así como el 3,4% del censo electoral; mientras que el Polo apenas llegó a 450.000 votos, apenas el 1,5% del censo electoral, prácticamente nada. Y eso que muchos aducen que el triunfo de Petro es producto de sufragios ‘uribistas’. Si eso fuera cierto querría decir que la situación del Polo es mucho peor de lo que parece. Petro, incluso, alcanzó menos votos que el segundo del Partido Liberal, Aníbal Gaviria, uno de los pocos ganadores de la jornada.
Esos comicios, a un costo de 56.000 millones de pesos, no sólo constituyen un despilfarro difícil de justificar sino una votación carente de representatividad que demuestra la nula fuerza de los partidos de oposición y su falta de legitimidad. Por supuesto que estos resultados también son muestra de la ausencia de ideas y propuestas por parte de unas colectividades dedicadas a la crítica huera y pueril, a las que —como al pastorcito mentiroso— muy pocos les creen.
Tal vez por esto es que la oposición ha tenido que conformar un nuevo frente de guerra desde las huestes de la honorable Corte Suprema de Justicia, encabezada por jueces-políticos que como los magistrados Augusto Ibáñez, presidente, y Jaime Arrubla Paucar, vicepresidente, llegaron a la Corte por descarte después de intentar, el primero, un escaño en el Senado en el 2006 por Cambio Radical, obteniendo tan solo 2.303 votos; en tanto que, el segundo, quiso ser alcalde de Medellín por el Partido Conservador en el periodo 2001-2003, alcanzando menos de 50.000 votos y quedando de último en la contienda.
El magistrado Ibáñez, en entrevista con El Tiempo (27-09-2009), salió con unas perlas dignas de alarma como esa de que la CSJ estaría analizando la posibilidad de nombrar un Fiscal General no proveniente de la terna enviada por el Presidente de la República sino de su propio caletre, arbitrariedad que se fundaría en el cuento chino de que estamos, según el magistrado, en el “siglo de los jueces”, por lo que unos señores que no tienen votos se arrogarían el derecho a gobernarnos… ¡Habrase visto!
Redundemos en que todas las encuestas (incluyendo la más reciente de Ipsos-Napoleón Franco) muestran los altos índices de favorabilidad del Presidente Uribe, que prácticamente no han variado en siete años. Si las elecciones fueran hoy, Uribe arrasaría con el 63% de votos a su favor frente a 8% de Petro. En cualquier encuesta, una ventaja de 55 puntos porcentuales es una distancia abismal. Y si bien es cierto que la democracia no se hace a punta de encuestas, estas apuntalan —como lo hemos venido sosteniendo— las mismas tesis en las que se apoyó la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia para darle paso a la Constituyente del 91. Por eso, lo más justo es darle al constituyente primario la oportunidad de votar el referendo.
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