Editorial
El Colombiano, Medellín
Octubre 2 de 2009
Sendos informes publicados por este diario, el domingo y el lunes pasados, demuestran que a Chávez y a Ahmadineyad los une, más que el petróleo y los adelantos tecnológicos, una peligrosa obsesión por demostrar quién está más en contra de Estados Unidos y todos sus aliados, que ellos dos. La penetración iraní hace rato pasó las fronteras venezolanas y la "doctrina Ahmadineyad" ha sido gasolina para los regímenes populistas autoritarios que, a nombre de la democracia, vienen coartando libertades y aumentando la represión contra quienes no están de acuerdo con sus posiciones y políticas.
En la reciente Asamblea de Naciones Unidas, en Nueva York, el Presidente Álvaro Uribe demandó de ese organismo una vigilancia permanente sobre la carrera armamentista en la región y dijo que "bajo la figura de la diplomacia no se pueden seguir encubriendo amenazas y fomentando terrorismos".
En esa misma dirección, el Ministro de Defensa, Gabriel Silva Luján, dijo en el Consejo de Defensa de Unasur, en Bariloche, que Colombia demanda la corresponsabilidad y la simetría entre los países, al defender el acuerdo de cooperación militar de Colombia con Estados Unidos.
La reunión que sostuvo ayer el llamado G-6 (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) con diplomáticos iraníes sobre la necesidad de conocer los reales alcances del programa nuclear de Teherán, deberán trasladarse con la misma contundencia y prontitud hasta Caracas, porque Chávez no puede seguir pidiendo transparencia a Colombia, mientras en la trastienda firma además convenios militares con Cuba, Rusia y Libia.
Ya es hora de una acción definitiva, no sólo de las grandes potencias, sino de la comunidad internacional para evitar que con Chávez y Ahmadineyad pase lo mismo que en el cuento del "Pastorcito mentiroso": Que de tanto decir que venía el lobo, nadie le creyó, el día en que realmente sí venía. Y no sólo uno, sino dos.
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