jueves, 1 de octubre de 2009

El eje Caracas-Brasilia-Madrid

José E. Mosquera

El Mundo, Medellín

Octubre 1 de 2009

La OEA sigue dando palos de ciego en la búsqueda de una solución a la crisis política en Honduras, sus actuaciones continúan siendo poco efectivas y cada vez se evidencia aún más su inoperancia en la resolución de los problemas políticos en esta nación centroamericana, debido a que se constituyó en la principal promotora del aislamiento internacional de Honduras, pero el costo político de su apuesta ha sido enorme para la estabilidad política de Honduras y, por supuesto, para la credibilidad de la organización.

Desde el comienzo de la crisis, la OEA quedó atrapada en la zaga de la comedia política de Caracas y sus aliados de Alba. Un asunto que obedeció en parte a la orientación parcializada como el Secretario General, José Miguel Insulza, afrontó la crisis pues, en lugar de buscar superar los escollos basándose en el consenso, contrario a ello, su marcada parcialidad con una de las partes ha servido para alimentar aún más las confrontaciones.

La falta de transparencia de Insulza en la conducción de las políticas de la OEA hacia Honduras no genera la suficiente confianza dentro del clima de tensión que se vive Tegucigalpa. Lo que han desencadenado es un ambiente caldeado de polarización y en un estancamiento en la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, y de paso el congelamiento en las negociaciones del Acuerdo de San José.

El controvertido papel de la OEA, permitió de alguna manera que surgiera con mayor cohesión el eje Caracas-Brasilia-Madrid que se ha constituido en el principal promotor del intervencionismo y aislamiento de Honduras y, que de paso está utilizando la crisis hondureña para afianzar sus intereses geoestratégicos en América Latina y el Caribe.

Un eje que está sacando provecho político del desbarajuste institucional de Honduras, porque, además del abierto intervencionismo de Chávez y Ortega, el gobierno de Brasil, que había tenido una actuación un poco discreta, últimamente ha mostrado sus garras imperialistas y comenzó a desempeñar un papel más proactivo en la crisis y, por eso, durante la Asamblea General de la ONU, el presidente Lula fue el encargado de llevar el peso de la vocería de los gobiernos de América Latina y el Caribe que apoyan la restitución del ex presidente Manuel Zelaya.

Eje que está seriamente comprometido con la financiación de las fuerzas zelayistas y acusado de ser el artífice del retorno clandestino de Zelaya. Plan que contó con el apoyo del Gobierno español, el cual en su afán de ampliar sus influencias políticas y económicas en América Latina se ha convertido en el principal aliado del eje Caracas-Brasilia en la Unión Europea.

Para los intereses de aquel eje no había otro momento más propicio para presionar a la comunidad internacional y al gobierno interino de Roberto Micheletti a negociar el retorno al poder de Zelaya, que la Asamblea General de la ONU. En consecuencia, el presidente Lula y el Jefe del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, fueron los que con más vehemencia exigieron en la ONU la reinstauración del ex presidente Zelaya, los otros mandatarios, incluyendo los de Venezuela, Uruguay, Chile y Argentina, siguieron el libreto de Lula.

Lo grave de la posición del eje Caracas- Brasilia-Madrid, es que además de ser el principal promotor del intervencionismo y el aislamiento de Honduras es también responsable hasta cierto punto de la agudización de la crisis en los últimos días. Sin embargo, su plan comenzó a erosionarse desde que se conoció el estudio que elaboró un grupo de expertos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que concluyó que la destitución de Zelaya estuvo ajustada a las normas constitucionales de Honduras.

Y con la opinión del representante de los Estados Unidos en la OEA, Lewis Amsalem, que el lunes pasado, señaló que los que facilitaron el retorno de Zelaya tienen responsabilidad en el recrudecimiento de la crisis y que ese regreso “no sirve de nada”. Esos dos hechos, sumados a los esfuerzos de algunos organismos multilaterales, de varios gremios y de los cuatros candidatos presidenciales más opcionados han logrado un giro en la postura de las partes y en algunas representaciones diplomáticas ante la OEA, que han dicho que reconocerán las elecciones del próximo 29 de noviembre, comicios que pueden ser el principio de una solución parcial para superar los agudos antagonismos políticos.

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