martes, 13 de octubre de 2009

Europeos despistados y sin "Piedad" por Colombia

Juan David Escobar Valencia

El Colombiano, Medellín

Octubre 12 de 2009


Un día como hoy a finales del siglo XV, un despistado europeo, hijo de un tejedor, quesero y tabernero, se topaba por accidente con una de las islas del archipiélago de las Bahamas, convencido de haber encontrado un atajo a las Indias, que engordaría las arcas de España como cosa alguna hubiesen hecho por su propia cuenta sus habitantes y reyes, pagaría de sobra los favores recibidos de la rubia y católica Isabel, al tiempo que garantizaría para el genovés la comisión del 10% sobre lo encontrado.


Es difícil establecer si semejante equivocación finalmente fue buena o mala para los "descubiertos" y sus tierras, pero la falsa alarma de la semana anterior del posible Premio Nobel para la aturbantada camarada Teodora pareció ser otro despiste europeo que termina haciéndolo a uno preguntar si tanta equivocación del viejo continente es el fruto de la ignorancia o de la mala leche.


La serendipia es el término no oficial, pero más descrestoscópico que el castizo "chiripa", utilizado para calificar los descubrimientos acontecidos por casualidad, equivocación e incluso en la búsqueda de algo completamente distinto a lo hallado, como por ejemplo la Coca Cola®,que quiso ser remedio para la gripa, la champaña que fue el resultado fallido del monje Pérignon por erradicar las burbujas de la fermentación del vino blanco, el "fracaso" del químico Spencer Silver al intentar desarrollar un pegamento fuerte, consiguiendo uno tan malo que se convertiría en el adhesivo del Post-it®, el Viagra®, que surgió por los efectos secundarios de una droga que intentaba combatir la angina de pecho pero que terminaba desafiando la gravísima "gravedad" en los hombres, la barra de caramelo derretida accidentalmente por un magnetrón en el bolsillo del ingeniero Percy Spencer que dio origen al horno microondas, el accidental descubrimiento del Coñac por parte de los mercaderes de vino medievales que extraían el agua del vino intentando ocupar menos espacio en el transporte por mar. Accidentes de laboratorio que aparentemente dieron origen a los rayos X, al caucho vulcanizado, al LSD que iba a ser una droga para aliviar los dolores del parto y terminó siendo el vehículo para "partir" a viajes más largos, las sulfamidas, las cefalosporinas y la ciclosporina, el Scotchguard®, el teflón®, el sánduche, la paleta o el cristal de seguridad fueron descubiertos por accidente. Científicos con malos hábitos higiénicos como Alexander Fleming, que por desordenado y sucio se encontró con la penicilina, o el que por no lavarse las manos descubrió la sacarina, o por torpes como el mismo Alfred Nobel, que no descubre la gelatina explosiva si no es porque accidentalmente se hace un corte en un dedo.


Señores miembros de las academias suecas y noruega que otorgan los Premio Nobel. Ustedes que destacan y premian la inteligencia, ¡úsenla!, o al menos intenten recordar para la próxima ocasión que la mona, o en este caso todo lo contrario, aunque de turbante se vista y en el Senado se sienta, "camarada" se queda. No se equivoquen más, así sea sin malas intenciones. Este país y este continente no se merecen más ignorancia del viejo continente. Que no sea que terminen haciendo serendipia inversa y por querer honrar a una, insulten a los millones de colombianos herederos de otro despistado europeo que por él no tuvimos hoy que ir a trabajar.

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