Epístolas Laicas
Vanguardia Liberal,
Octubre 22 de 2009
Cuenta J. Aramburo que en una universidad venezolana se suscitó una discusión entre el maestro de Economía y sus alumnos. Los alumnos insistían: El socialismo es bueno, es la mejor forma de gobierno. No existen clases sociales, ni pobres ni ricos. Todos iguales. La producción y la riqueza se reparten equitativamente entre todos para el beneficio común. El maestro propuso un experimento: En adelante las calificaciones que obtenga cada quien serán promediadas entre todos los alumnos. Así se obtendrá ese “beneficio del estudio y del esfuerzo común.” No todos entendieron. Aquellos que iban peor, la mayoría, aceptaron inmediatamente. En el siguiente examen, las calificaciones promediaban 7.8/10.0 para todos. Los buenos estudiantes estaban inconformes; los peores, satisfechos y felices. Sin entusiasmo ni afán de superación, el ánimo decayó. Nadie quiso estudiar, hacer tareas ni dedicarle más tiempo a la materia.
La motivación se desplomó. Para el segundo examen, todos estudiaron menos. ¡El promedio fue 6.5! Los buenos se quejaron de que no tomaban en cuenta su dedicación. Los flojos dijeron que sí era justo obtener mejores notas a través del esfuerzo conjunto. El promedio del tercer examen fue 4.0. ¡Todos quedaron reprobados! ¡Empezó la revolución! Los estudiantes peleaban culpándose unos a otros por los fracasos. Llegaron a resentimientos e insultos; inclusive a los golpes. Ninguno estaba dispuesto a estudiar para que se beneficiaran los maquetas. ¿Qué sucedió? Todos perdieron Economía. El experimento estaba consumado.
El fracaso se debe a que el ser humano se sacrifica trabajando duro cuando la recompensa es atractiva y justifica el esfuerzo propio. Cuando el gobierno suprime ese incentivo y le quita al productivo para darle al pasivo, desaparece la excelencia y aparece el fracaso general.
Lincoln expresó:
“No se puede crear prosperidad desalentando la iniciativa propia. No se puede fortalecer al débil debilitando al fuerte. No se puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes. No se puede mejorar al pobre destruyendo al rico. No se puede elevar al asalariado oprimiendo a quien paga los salarios. No se puede promover la fraternidad y el progreso de la humanidad promoviendo e incitando al odio de clases.”
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