miércoles, 21 de octubre de 2009

Giro antidrogas en Estados Unidos

Editorial

El Nuevo Siglo, Bogotá

Octubre 21 de 2009



No deja de preocupar la nueva política del gobierno de Estados Unidos en torno de ordenar a la Fiscalía y demás instancias judiciales que no gasten recursos económicos ni humanos en perseguir a los consumidores y productores autorizados de marihuana “para uso medicinal”.


La decisión de la Casa Blanca da vía libre para la comercialización de cannabis en 14 Estados en donde si bien la ley local permitía el uso terapéutico de la droga, miles de personas terminaron arrestadas por portarla o venderla, pues así lo disponía una legislación federal, es decir de índole nacional, que fue defendida a capa y espada durante los dos mandatos del republicano George Bush.


Los defensores de la nueva medida argumentan que no existe tras ella un sendero que vaya a terminar en una legalización abierta de la producción, comercialización y consumo de marihuana y que, en realidad, lo único que hace la directriz es acompasar la normatividad federal con la de esos Estados que ya habían despenalizado este tipo de consumo a quienes presenten la respectiva prescripción médica.


Es más, la propia Casa Blanca, por intermedio del secretario de Justicia, Eric Holder, aclaró que el gobierno federal "no tolerará a los traficantes de droga que se escondan detrás de la ley para tapar actividades ilegales".


Más allá del debate científico, médico, político y judicial sobre los efectos terapéuticos de la marihuana así como de la flexibilización de las leyes para permitir su producción y consumo restringido, que ya tiene terreno avanzado en algunos países de Europa y ahora también en Estados Unidos, es claro que difícilmente las autoridades y opinión pública colombianas pueden digerir esta clase de medidas. Y no porque se tenga una visión provinciana del asunto sino porque se trata de un país en donde miles de integrantes de la Fuerza Pública y civiles han muerto o arriesgado sus vidas en el marco de la lucha contra el narcotráfico y todos los fenómenos delincuenciales que se nutren de él. Es más, mientras que en varias naciones hay una flexibilización frente al tema de la drogadicción, bajo el enfoque de problema de salud pública y no de represión judicial, en Colombia se avanza en la dirección contraria, como lo prueba el proyecto de reforma constitucional que cursa, otra vez, en el Congreso buscando anular la despenalización del porte y consumo de la dosis mínima de estupefacientes.


Por otra parte, no deja de llamar la atención que la decisión del gobierno Obama se produce apenas días después de que en la prestigiosa revista médica británica The Lancet se publicara un artículo en el que se denunciaba que alrededor de un 4% de adultos en el mundo consumen marihuana, a pesar de los efectos negativos de ello. Según la ONU, en 2006 había 166 millones de consumidores, de los 15 a los 64 años de edad.


El mismo estudio demostró que si bien la marihuana es utilizada, sobre todo, por los jóvenes en los países ricos, con Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda a la cabeza, se está registrando un preocupante aumento del consumo en otras naciones.


Incluso, los científicos que adelantaron la investigación recalcan que si bien tradicionalmente se ha dicho que, en términos de salud pública, el efecto del consumo de cannabis "es probablemente modesto" en comparación a los que produce el alcohol, el tabaco y otros estupefacientes, el uso de la marihuana está cada vez más relacionado con afecciones pulmonares, accidentalidad vial, crisis de ansiedad y episodios psicóticos. Por igual, enfatizaron los expertos que el nivel de adicción que produce el consumo de esta droga no es tan bajo como muchos creen. Se calcula que el 9% de las personas que la fuman se vuelven dependientes. Si bien este porcentaje está muy lejos de la adicción que produce la nicotina (32%) e incluso la heroína (23%), sí se acerca al de la cocaína (17%), alcohol (15 %) y los estimulantes (11%).


Desde tiempos de campaña electoral, Barack Obama había advertido que replantearía la política antidroga, interna y externa, de Estados Unidos. Eso fue apoyado en las urnas y ahora lo está haciendo. Sin embargo, es claro que el impacto esos cambios para países que como Colombia se la han jugado toda y sacrificado miles de vidas en luchar contra el narcotráfico en todas sus formas, no termina siendo el más positivo.

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