Lionel Moreno Guerrero
El Nuevo Siglo, Bogotá
Octubre 9 de 2009
Transcurridos casi 4 meses desde que la Corte Suprema de Honduras separó a Zelaya de la presidencia y de su expulsión manu militari el 28 de junio, la situación del país centroamericano es confusa, aun cuando conforme se acerca la fecha (29 de noviembre) de las elecciones presidenciales, se vislumbran posibilidades de arreglo. Uno de los problemas es que cada vez hay más partes con intereses creados, nacionales y extranjeras, lo cual dificulta una solución.
A pesar de que Zelaya no fue depuesto por un golpe de estado militar, sino por la Corte Suprema que lo destituyó por violar la Constitución, de que la interinidad presidencial fue asegurada al designar el Congreso a su propio presidente, Roberto Micheletti, y no a un militar, como hubiera sido en caso de un golpe de este estamento y de que la remoción de Zelaya fue avalada también por el Poder Electoral, por la Fiscalía, los principales sindicatos y por el empresariado, la comunidad internacional se ha manifestado a favor del Presidente depuesto, sorprendentemente sin haber analizado la Constitución hondureña que Zelaya flagrantemente violó (¡el presidente de Costa Rica Óscar Arias, mediador en la crisis, dijo, semanas después de haber presentado su propuesta de arreglo, que no conocía!), y ha impuesto duras sanciones económicas al pequeño país centroamericano, tratando de forzarlo a aceptar el regreso de Zelaya, tal vez considerando esta una buena oportunidad, por tratarse de un país pequeño, para imponer desde fuera, intervención prohibida por el derecho internacional, sus ideas sobre la democracia.
Chávez se rasga las vestiduras y desvergonzadamente se muestra como paladín de las libertades (!) en defensa de quien quiere convertir a Honduras en sucursal del chavismo y Lula cree encontrar la oportunidad de mostrarse como mandamás de Latinoamérica, de manera que el primero introduce a Zelaya, subrepticiamente, en Honduras y el segundo le da su embajada como refugio y centro de actividades, actos que el gobierno de los Estados Unidos se limitó a calificar de “tontos” y que lo coloca en delicada situación, sin poder respaldar a Micheletti para no ser acusado de patrocinar los golpes de estado, ni terminar favoreciendo la instauración de un régimen chavista.
Es una carrera contra el tiempo. Conforme se acerca el fin del período de Zelaya, enero 2010, las posibilidades son menores de que este, si es reinstaurado, pueda adelantar los cambios constitucionales tendientes a convertir a Honduras en república socialista tipo Venezuela. Micheletti se dice dispuesto a renunciar siempre y cuando Zelaya no retorne a la presidencia. La solución estaría en que se celebraran las elecciones de noviembre con adecuada supervisión internacional, Zelaya reasumiera unos días después, el ejército respondería al Consejo de Ministros y el gabinete sería conformado por representantes de los partidos. Difícil, pero así tal vez todos los interesados salvarían la cara y se salvaría la democracia de Honduras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario