Alberto Mendoza Morales
El Tiempo, Bogotá
Octubre 3 de 2009
Una persona puede instruir a otra pero no, necesariamente, educarla. El instructor transmite conocimientos, enseña en escuelas, colegios, universidades. Lo que entrega puede estar, incluso, de espaldas a lo que vive. La enseñanza está a cargo de docentes. Educar, por otro lado, es otra cosa; es desafiar. Lo hacen minorías selectas, sabios que tocan el entendimiento y el alma de los pueblos. El instructor, desde el aula, condiciona. El maestro, el sabio, desde el aire público, desafía, influye, induce cambios. Hay gente instruida, pero mal educada.
Instrucción viene de instruo, estructura. El proceso discurre de fuera hacia adentro, de un trasmisor a un receptor; de unos docentes encargados de enseñar primeras letras, ciencias, profesiones, a unos estudiantes que "aprenden". El transmisor utiliza la pedagogía, ciencia y técnica de la enseñanza. La profesan docentes e instructores. Hubo épocas en que las familias creían que el estudiante debía parecerse al profesor. A ellas, Henrich von Kleist les preguntó: "si los estudiantes salieran parecidos a sus profesores, decidme, ¿qué sería de ellos?".
Educación viene de ex-ducere, sacar. Es el proceso inverso a la instrucción. Supera la pedagogía. Va de dentro hacia fuera, de la intimidad del ser a la externalidad pública. La educación es propia de sociedades donde los sabios, grandes inductores, aportan pensamientos y comportamientos que aparecen insólitos y renovadores. Su labor saca, por reacción, incluso incómoda, interioridades de los individuos, subjetividades, sustancias que yacen inéditas en las profundidades del ser. Los sabios aparecen como figuras claves, desafían el pensamiento corriente, las creencias, el orden establecido. Abren camino a las novedades, trazan vías de cambio, anuncian incluso revoluciones. Esos impactos, esos estímulos, llevan a las sociedades al crecimiento, a la humanidad al progreso. Los educados, por renovadores, suelen ser perseguidos cuando no agredidos por los instruidos.
Quien enseña instruye. Quien educa desafía. Instruidos y educados ocupan campos opuestos. El instruido se acopla a lo existente. Y lo usufructúa. El educado se eleva críticamente sobre la realidad vigente. Se expone. La condición del sabio, su altura y originalidad, sus enseñanzas, perturban los espíritus que lo rodean, incitan incluso a la exclusión. El docente, lleno de conocimientos, enseña. El maestro, lleno de sabiduría, perturba, altera el orden establecido, les quita el piso a quienes representan la tradición, supera condiciones ordinarias de la vida diaria, alimenta y acrece la cultura. Ellos, los sabios, lo saben: "las palabras vuelan, el ejemplo permanece".
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