Chris Patten *
El Tiempo, Bogotá
Octubre 1 de 2009
LONDRES. Todo país está formado por su historia, pero los países inventan y reescriben sus historias también. La historia de cómo llegamos a ser como somos tiene que adaptarse a nuestro sentido tribal de solidaridad y nuestros logros. Exageramos nuestros triunfos y virtudes, ponemos a los villanos afuera, disimulamos nuestras falencias. Todo esto hace que el estudio de la historia sea potencialmente revolucionario y enormemente valioso. Los buenos historiadores nos incitan a ser honestos acerca de nosotros mismos y destruyen nuestros autoengaños.
Esto es particularmente cierto en lo relativo a nuestros héroes de varios rostros, como vemos en el tratamiento que el Partido Comunista chino da a Mao Zedong. En octubre se cumplen 60 años del momento en que Mao se plantó en Tiananmen, Puerta de la Paz Celestial en Beijing, y declaró la fundación de la República Popular. Ese momento marcó el comienzo de años de guerras y terribles privaciones; la revolución se había ganado con sangre, sacrificio, heroísmo, los errores de los enemigos y la ayuda manipuladora de Stalin, que se presentó como un amigo. Atrás quedaron las décadas de avaros señores de la guerra, codiciosos imperialistas e invasores japoneses, aunque había por delante todavía mucha miseria que sufrir, a medida que se iba arraigando la tiranía de Mao.
Los juicios acerca de Mao difieren grandemente. Para los comunistas de línea dura, fue un triple héroe: histórico, patriótico y de la clase trabajadora mundial. Para el valiente carismático disidente Wei Jingsheng, Mao "sumió prácticamente a China entera en un estado de violencia, duplicidad y pobreza."
El veredicto oficial del Partido Comunista, indudablemente producto de fieras disputas ideológicas, es que fue un gran marxista y revolucionario, cuyos "grandes errores" durante la Revolución Cultural han tenido como suficiente contrapeso su contribución general a China. "Sus méritos -arguye- son primarios y sus errores son secundarios".
El Partido Comunista chino no tolerará ningún cuestionamiento a esta visión. La implantación de la autoridad de Mao sobre China, su inyección de orgullo patriótico en un país que había sido oprimido y humillado terriblemente por fuerzas internas y externas por más de siglo y medio, y su romántica leyenda como líder revolucionario global contribuyen a la legitimidad moral y política que buscan los líderes chinos. Lo que no pueden ganar a través de elecciones democráticas lo adquieren mediante la historia de la revolución y los triunfos económicos de hoy en día.
Sin embargo, no se puede expurgar del todo el lado oscuro de Mao. Demasiada gente recuerda lo que ocurrió: es una parte íntima de sus historias familiares.
Cómo olvidar el Gran Salto hacia Adelante, que produjo hambrunas masivas y probablemente cerca de 38 millones de muertes. Luego vino la locura de la Revolución Cultural, cuando millones sufrieron terriblemente, muchos murieron y muchos más se comportaron vergonzosamente mientras Mao buscaba destruir a quienes habían rescatado a China de sus insensateces anteriores. La famosa biografía de Mao escrita por Jung Chang y publicada en el 2005 da cuenta de estos terribles acontecimientos con un nivel de sombrío detalle que pone nerviosos a los propagandistas comunistas y a algunos sinólogos académicos que critican el que los logros de Mao no hayan sido reconocidos lo suficiente.
Ciertamente, Mao es una figura más interesante que muchos otros tiranos: un poeta, un intelectual, un estudioso de la historia, así como un mujeriego que, según su doctor Li Zhisui, gustaba de nadar en el agua, no de bañarse en ella. No conozco retrato mejor ni más fascinante de algún líder político que el libro de Li, 'La vida privada del Presidente Mao'.
Recuerdo haber escuchado una historia acerca de China que da crédito al generoso veredicto de los líderes comunistas sobre Mao. La madre de un periodista chino que ahora vive fuera del país se había contado entre quienes regresaron después de 1949 a su patria con su marido y familia, dejando atrás una cómoda vida en una universidad estadounidense. Consideraban que regresar era su deber patriótico.
La familia lo sacrificó todo. Fueron víctimas de una ronda tras otra de las tiránicas campañas de Mao contra los "derechistas", que comenzaron con el silenciamiento de los críticos tras el Movimiento de las Cien Flores en 1956. La familia sufrió penurias y escasez, y el padre murió por los maltratos sufridos durante la Revolución Cultural...
No obstante, la madre nunca se quejó, ya que consideraba que los sacrificios de su familia estaban justificados por la liberación y el ascenso de China. Hacia el fin de su vida, su ánimo cambió. En los años 90 dio el comienzo del auge económico chino, en los primeros años de su espectacular crecimiento. Fue testigo del regreso de la avaricia y la corrupción que, creía, habían destruido al Kuomintang en los años 30 y 40. Se preguntó entonces si su familia había sufrido tanto simplemente para preparar el camino para eso.
Y, aun así, el renacimiento económico de China -algunos de cuyos efectos perturbaron tanto a esta patriótica mujer- ha sido el acontecimiento más notable de la historia mundial reciente. La recuperación económica comenzó en el gobierno de Deng Xiaoping, que había sobrevivido a las purgas de Mao y fue capaz de dar continuidad a su legado y convertirse en el arquitecto del ascenso de China a la categoría de potencia mundial. Con el tiempo, los cientos de millones de chinos que han salido de la pobreza gracias a las reformas de Deng lo verán como un héroe de mayor estatura que Mao.
Sin embargo, sean cuales hayan sido los terribles defectos de Mao, durante sus años de poder absoluto había una sensación de fines comunes y solidaridad que iban a la par de las penurias que todos sufrían. El maoísmo fue una mezcla curiosa y única de guerra de clases e igualdad socialista, enunciado por un hombre que creía que las personas -o, al menos, él mismo- podían dar forma a la historia en lugar de ser víctimas de sus mareas y corrientes.
Es evidente que este credo no ha sobrevivido a su creador. Hoy domina un pragmatismo con un rostro leninista. Las glorias de enriquecerse han superado con creces a las privaciones de autosacrificio patriótico. Mao hizo que China sintiera orgullo de sí misma. Deng la hizo próspera.
¿Qué ocurrirá ahora? Por el bien de todos, espero que el futuro no desbarate el progreso económico que China, aunque sería una sorpresa si no supone un reto a su sistema político crítico y anquilosado.
* Chris Patten fue el último gobernador británico de Hong Kong y Comisionado de Asuntos Exteriores de la UE. En la actualidad es Canciller de la Universidad de Oxford.
© Project Syndicate, 2009. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.
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