lunes, 5 de octubre de 2009

La validez de los instrumentos de medición en Colombia. La verdadera pobreza

Por Alberto Carrasquilla*

El Espectador, Bogotá

Octubre 5 de 2009

Hoy sabemos que la participación laboral y la ocupación han sido más bajas de lo que creíamos. La reacción de muchos opinadores es justificada por su tono de indignación pero insuficiente en su lógica interna.

Tras un esfuerzo notable, en cabeza de un equipo técnico de lujo, el país por fin comienza a superar el apagón estadístico que produjo la introducción de la nueva encuesta de hogares en 2006, hecho que no obstante mejora de manera importante la calidad de las cifras, se implementó sin considerar la transición.

Ahora sabemos que desde 2002, y respecto de lo que pensábamos con base en la vieja encuesta, la participación laboral y la ocupación han sido más bajas de lo que creíamos, mientras que el desempleo ha sido más alto. También sabemos que la pobreza se ubica en 46%, muy lejos de la meta oficial, y que la indigencia está en 17,8%.

Creo que la reacción de muchos opinadores al informe en comento es tan justificado en su tono de indignación, como insuficiente en términos de su lógica interna. Primero, la cifra que define cuándo un hogar es pobre en Colombia es unas tres veces más alta que en países como Chile y Perú, así que es un error, infortunadamente muy recurrente, comparar, sin los ajustes del caso, nuestro indicador con el de ellos. De hecho, nuestra línea de pobreza (unos US$ 10 diarios por persona, corrigiendo por PPA), es considerada clase media, en un influyente trabajo reciente que analiza, en detalle, y para un amplio conjunto de países, algunas notables diferencias entre la vida diaria de esta población y la estrictamente pobre.

Segundo, al empaquetar con el calificativo de “pobre” a un segmento tan amplio de la población, se hace muy difícil o se imposibilita de tajo cualquier política social dirigida a los segmentos que más la necesitan, desperdiciando en otras capas poblacionales recursos y esfuerzos que deberían prioritariamente dirigirse a ellos.

La encuesta de calidad de vida es un instrumento que, en conjunto con la encuesta de ingresos y gastos, permite complementar las cifras de pobreza derivadas de la encuesta de hogares a la hora de debatir sus implicaciones para la política pública. Por fortuna, en Colombia contamos ya con actualizaciones serias y recientes de las dos herramientas. La Encuesta de Ingresos y Gastos 06-07, con información de 42 mil hogares, recopilada entre octubre de 2006 y septiembre de 2007, así como la Encuesta de Calidad de Vida 2008, con información de 13 mil hogares, recopilada entre agosto y octubre de 2008. Vale la pena enumerar algunos resultados interesantes para luego discutir sus implicaciones.

Primero, el hogar promedio del decil más pobre en Colombia gastó $ 471 mil mensuales en 2007 (ver cuadro 5), unos $ 520 mil de hoy. Nuestra tasa de cambio de paridad, de otra parte, es $ 909 por dólar (46% de la corriente). Así las cosas, como dicho hogar en promedio tiene cuatro miembros, el gasto diario per cápita, corrigiendo por PPA, es de US$ 4,7, muy lejos de los niveles de consumo atribuidos internacionalmente a los pobres, aunque marcadamente inferior a la línea oficial de pobreza.

Segundo, algunos hechos que nos muestra la encuesta de calidad de vida deben informar y enriquecer nuestro debate: el 97% de los hogares de Colombia tienen acceso a la energía, el 87% al acueducto y el 74% al alcantarillado, mientras que menos del 2% carece de todos los servicios públicos. El 81% de los hogares reporta que no tiene problemas con el agua para la preparación de alimentos, el 86% reporta estar afiliada a la seguridad social en materia de salud, el 76% de los niños y las niñas menores de 5 años han ido a control médico de crecimiento; el 73% de los hogares tienen nevera y el 88% tienen televisor.

Quienes incurren en la estupidez de restarle importancia a una lucha seria e informada contra la pobreza se dividen en dos grupos igualmente peligrosos: los halcones, que niegan su fundamental importancia, y las palomitas, que defienden, a nombre de tan bella causa, iniciativas abiertamente contrarias al objetivo y a los hechos.

*Ex ministro de Hacienda

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