martes, 13 de octubre de 2009

Lento pero sostenido

Editorial

El Nuevo Siglo, Bogotá

Octubre 12 de 2009



La reunión del viernes pasado de los cancilleres de Colombia y Ecuador en la zona fronteriza constituye la primera evidencia tangible del clima de distensión entre Bogotá y Quito, tras 18 meses de crisis y rompimiento diplomático.

Los acercamientos registrados en los últimos dos meses, incluyendo las reuniones de delegaciones nacionales hace dos semanas en Nueva York, sirvieron de antesala para la cumbre que se surtió hace tres días. Allí hubo varios compromisos trascendentales que, de cumplirse, sin duda alguna marcarán el sendero para una normalización a mediano plazo de las relaciones políticas y comerciales entre las dos naciones hermanas.


Para lograr ese objetivo es clave evitar que la beligerancia verbal de ambos gobiernos vuelva a imponerse a los canales diplomáticos. El tono pausado y proactivo de las declaraciones de las últimas semanas del Presidente ecuatoriano son un aliciente para aclimatar la nueva era de distensión. Si Rafael Correa continúa con esa actitud, que en modo alguno significa que esté cediendo en sus reclamos u olvidado la indignación por la incursión militar colombiana del año pasado en territorio de ese país para abatir a un cabecilla guerrillero, la reconstrucción de las relaciones bilaterales seguirá por buen camino. Una segunda circunstancia que no se puede perder de vista es que, así el tono de Bogotá y Quito se mantenga dentro de los cánones respetuosos, hay una agenda muy compleja por resolver y, por lo tanto, normalizar la interacción entre ambos gobiernos va más allá de las reuniones de los cancilleres, la activación de la Comisión Binacional de Fronteras o el nombramiento de encargados de negocios como un primer paso en materia de representación diplomática. Cada una de esas circunstancias son partes clave de un proceso de construcción de confianza que no será automático y seguramente se enfrentará con más de un obstáculo. No hay, pues, que apresurar una foto con ambos Jefes de Estado abrazados en la frontera o dándose un frío apretón de mano. Lo prioritario es que cada paso que se dé, sea irreversible. No hay que forzar situaciones mediáticas y cosméticas que pueden romperse con la menor declaración desafiante o a la primera contradicción.


La agenda pendiente, como se dijo, es muy compleja, a tal punto que aún se requiere el acompañamiento para los “temas más sensibles” de la OEA y el Centro Carter. Es más, se puede decir que el hecho que provocó el rompimiento no es ahora el principal motivo de diferencia binacional. Ya Colombia pidió reiterado perdón por la incursión militar de marzo de 2008 y se comprometió a no volver a repetir una acción similar en ningún país vecino. Ecuador, a su turno, ha dado por recibidas las disculpas del gobierno Uribe y recalca a cada rato en los foros internacionales que Bogotá debe cumplir sin esguince alguno su palabra. Pero a la par de ese marco circunstancial hay temas muy difíciles de tramitar y encontrarles consensos. Esa lista incluye la definición de mecanismos de colaboración efectiva en la lucha contra las Farc, la reformulación de la estrategia de control y vigilancia de las respectivas Fuerzas Públicas a lado y lado de la frontera, las demandas contra nuestro país ante el Tribunal de La Haya por las fumigaciones con glifosato en la región limítrofe, medidas de contingencia para financiar la atención a los miles de colombianos refugiados en la nación vecina…Eso en lo que hace a situaciones de orden público, pues en otros aspectos los retos no son de menor dimensión: solución a las diferencias comerciales binacionales, desmonte de restricciones a importaciones, adecuación de políticas aduaneras, búsqueda de consensos en torno de la Comunidad Andina de Naciones y alternativas para resolver las contradicciones sobre el ritmo de las negociaciones de apertura comercial con la Unión Europea. Y la agenda se extiende a muchos otros asuntos que van desde las ópticas distintas respecto del margen de acción de la Unión Suramericana de Naciones, la carrera armamentista en la región y la posibilidad de mediaciones internacionales en la búsqueda de una solución negociada al conflicto en nuestro país.


Un ex comisionado de Paz advertía que, el principal reto a la hora de hablar de un acuerdo de cese el fuego con las guerrillas, era construir un pacto que no se rompiera con el primer tiro al aire de un borracho. Algo similar ocurre con la reconstrucción de las relaciones entre Bogotá y Quito. Es una tarea de largo plazo, que requiere no apresurarse ni forzar situaciones que, luego, a la primera contradicción política echen todo por el suelo.

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