miércoles, 7 de octubre de 2009

Mi bisabuelo, valeroso y excepcional

Maria Clara Ospina

El Colombiano, Medellín

Octubre 7 de 2009

Para celebrar los 160 años de fundación del Partido Conservador, quise hacer una remembranza de mi bisabuelo, Mariano Ospina Rodríguez, uno de sus fundadores.


La imagen que de él conservo es aquella de su conocido retrato, un hombre con hermosas facciones y larga barba blanca. La imagen perfecta de un abuelo común. Mas, lejos estaba mi bisabuelo de ser un hombre común.


La vida de Ospina Rodríguez estuvo llena de victorias y derrotas políticas y familiares. Conoció la cárcel, el destierro y la persecución. Colombia vivía años de zozobra política y continuas guerras partidistas. Muy joven perdió a su primera esposa y a su primogénito. A pocos años su segunda esposa fallecía. Vio morir a la mayoría de sus hijos. Mas, sus triunfos fueron también numerosos. Siempre se consideró un hombre bendecido por Dios.


En 1828, teniendo 23 años, participó en la conspiración contra Bolívar. En la fogosidad de su juventud no aceptaba que el Libertador, empujado por amigos interesados, su conflicto con Santander, la disgregación de la Gran Colombia y las imprudencias de Manuelita, pretendiera convertirse en dictador o, peor aún, rey de la joven nación. Huyó por meses, luego de esa fracasada noche. Atravesó a pie la cordillera, hambriento y solo. El temple obtenido de esa temprana experiencia formó su carácter.


En 1861, siendo presidente de la Confederación Granadina, el General Tomás Cipriano de Mosquera derrotó las fuerzas del gobierno y lo condenó a muerte, pena que le fue conmutada por cárcel en las mazmorras de Cartagena. Hasta allí fue llevado encadenado, en condiciones inhumanas. De ese húmedo y asqueroso calabozo, enfermo y agobiado logró fugarse ayudado por su mujer, Doña Enriqueta Vásquez.


Por 10 años permaneció exiliado en Guatemala. Allí murieron sus hijos Manuel y Santiago. De regreso del destierro, por las penurias del viaje, falleció el menor de sus hijos y al poco de llegar a Medellín, se ahogaron en el río Cauca sus hijas, Mercedes y Marcelina. Su fortuna personal sufrió grandes altibajos debido al destierro, la persecución política y la repetida expropiación y saqueo de sus propiedades.


A pesar de tantas vicisitudes, en 1868 escribió: "Excita mi gratitud hacia el Altísimo la facilidad que me dio para sofocar en mi corazón todo impulso hostil o rencoroso, para mirar con indiferencia las contrariedades, el odio, las injusticias e injurias de que he sido objeto".


Cuando agonizaba, el 11 de enero de 1885, en plena guerra entre liberales y conservadores, soldados liberales requisaron brutalmente su habitación en busca de sus hijos Tulio y Pedro Nel, quienes formaban parte del ejército conservador. Al partir los soldados, sus hijos salieron de su escondite y Don Mariano murió, como había vivido, rodeado de su familia y afrontando valerosamente la persecución.


Su valor ante la adversidad es ejemplarizante. Con perseverancia y una inquebrantable fe en Dios soportó y aceptó sus derrotas, transformándolas en victorias. Mariano Ospina Rodríguez puso siempre antes de su bienestar el deber y el amor por su patria y su partido.

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